En este año 2016 celebramos el cuarto centenario de la muerte de los grandes de la literatura española e inglesa.

Para el mundo anglosajón William Shakespeare es la referencia literaria para más de 600 millones de habitantes. Y Miguel de Cervantes es la referencia literaria para los hispanoparlantes. Estamos hablando de casi 1.000 millones de habitantes, que es una parte muy importante de nuestro mundo occidental.

William Shakespeare dio a sus obras un carácter agridulce. Sus grandes trabajos "Macbeth", con la tragedia de los celos; "Romeo y Julieta", con su tragedia de un amor imposible; "Hamlet", una tragicomedia en que se profundiza el prototipo de príncipe incapaz de tomar decisiones y vivir siempre en la duda. Obras maestras como "Julio César", etc...

Miguel de Cervantes y Saavedra es nuestra gran referencia literaria pero también filosófica. Herido y mutilado en la batalla de Lepanto, escribió "El Quijote".

A mi modo de entender, "El Quijote", que es una obra maestra literaria, es una obra de gran trascendencia en nuestra cultura. Y de ahí el modo de definir a las personas: ese es un Quijote, un idealista, un soñador. Y también decimos: este es un Sancho Panza, un vividor, un tranquilo.

En un mundo en que la gente va siempre deprisa, en el que los niños están demasiadas horas con sus teléfonos móviles o con sus maquinitas electrónicas, en el que se da todo hecho, creo que sería un buen motivo de reflexión las obras de estos grandes literatos, que este año celebramos su cuarto centenario.

Ahora que nuestro nivel cultural ha dado un paso de gigante, es bueno que todos leamos no solamente "El Quijote", sino también esa cantidad de sabiduría de los clásicos del siglo XVI y XVII. El que no conoce a fondo su pasado, difícilmente puede cimentar su futuro.

Tanto Cervantes como Shakespeare han sido traducidos a nuestro lenguaje actual y es muy importante la traducción adecuada.

Yo recuerdo con cariño la traducción del gran poeta indio Rabidranat Tagore, premio Nobel en 1913, hecha por la poetisa Zenobia Camprubí, mujer de nuestro Nobel Juan Ramón Jiménez, en aquellos años sesenta. Los estudiantes éramos más románticos y recitábamos poemas de Tagore o de Juan Ramón con toda naturalidad.

La lectura de Cervantes y de Shakespeare nos viene bien a todos, pero sobre todo a las nuevas generaciones, que son más urbanas que rurales.

Los que hemos nacido en pequeñas villas tenemos la suerte de conocer al ser humano mejor que los que han nacido en grandes o medianas ciudades, en las que todo es protección por los grandes peligros, desde la circulación a la seguridad.

La libertad hay que vivirla desde pequeño, y en los pueblos se vive con mayor libertad.

La lectura de estos dos grandes de los siglos XVI y XVII, a parte de enriquecer nuestro lenguaje, nos muestra la grandeza y la mezquindad del ser humano. El hombre y la mujer deben de llegar a ser muy grandes, pues son hechos a imagen y semejanza de Dios.

*Miembro de Club 55