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Joaquín Rábago.

Se impone la "realpolitik"

En materia de refugiados se impone poco a poco en Alemania eso que en su idioma llaman "realpolitik", es decir una política que deja en segundo plano cualquier consideración ética.

Presionada cada vez más por su partido y sus aliados de gobierno, la CSU bávara y los socialdemócratas, la canciller Angela Merkel se ha visto obligada a dar marcha atrás en su política de puertas abiertas.

De "madre" de la nación, como la llamaban antes muchos cariñosamente, la dirigente cristianodemócrata ha pasado a ser vista como "traidora" para un sector creciente de sus compatriotas, que pide a gritos su cabeza.

Solo el rechazo de su política inicial de "bienvenida" a los refugiados sirios y de otros lugares explica el éxito en las urnas de un partido como la ultranacionalista y xenófoba "Alternativa para Alemania".

Ese rechazo interno, unido a la negativa de sus socios europeos, sobre todo los últimos en incorporarse a la UE como Hungría, Eslovaquia o Polonia, a aceptar cuota alguna en el reparto de refugiados, obligó a Berlín a buscar otras alternativas.

Primero fue el acuerdo con un régimen poco apetitoso como el del turco Erdogan, aliado nuestro, conviene no olvidarlo, en la OTAN, al que Berlín busca ahora sumar otro con un régimen bastante más aborrecible: el del egipcio Abdelfattah Al-Sisi.

Cuando se impone la "realpolitik" a cualquier otra consideración, los derechos humanos y todo eso que llamamos "valores europeos" parecen importar muy poco.

El ejemplo español de llegar a acuerdos con países como el feudal Marruecos para mantener a los subsaharianos que huyen de la miseria lo más lejos posible de nuestras costas parece encontrar seguidores.

Y Alemania necesita ahora al gobierno del golpista Al--Sisi para evitar que vuelva a crecer el número de sirios, eritreos, somalíes, pero también egipcios, que tratan de llegar a Europa a través del Mediterráneo.

Hundido en una grave crisis económica, con una población de en torno a los 92 millones de personas y un desempleo juvenil desbocado, Egipto necesita a su vez con urgencia ayuda económica para alimentar a su población y evitar una nueva revolución popular.

El presidente al-Sisi creía poder contar, gracias a su aplastamiento de los Hermanos Musulmanes, con la ayuda de los países del Golfo como Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos. Pero éstos atraviesan también dificultades por la caída de precios del petróleo y su generosidad para con Egipto tiene sus límites.

En tales circunstancias, al régimen cairota le vendría bien una ayuda similar a los 6.000 millones de euros que, por iniciativa alemana, la UE ha prometido a Turquía por hacerse cargo de los refugiados.

Algunos se preguntan incluso si el número creciente de jóvenes egipcios que llegan últimamente a Europa no tiene algo que ver con un relajamiento de la política de fronteras de ese régimen policial para presionar a Bruselas.

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