Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cátedra de los no creyentes

El que fuera arzobispo de Milán y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en el año 2000, cardenal Carlo Maria Martini, puso en marcha, el 17 de noviembre de 1987, una iniciativa que él mismo calificó de "insólita" y "provocativa": la cátedra de los no creyentes. El nombre se lo había sugerido el sacerdote salesiano Luigi Melesi, capellán de la cárcel de San Vittore, en Milán.

En las visitas a ese centro penitenciario, el purpurado se había percatado de que el sentimiento de culpa de los internos clamaba por el encuentro no sólo con el perdón, sino también con la verdad, y que el horizonte de los interrogantes que rebrotan permanentemente en el interior de quien arrostra las dramáticas consecuencias de sus opciones y acciones es de una amplitud inmensa. La pregunta por el sentido de lo que ha acontecido, de lo que está sucediendo y de si hay un futuro realmente humano al final del túnel, se plantea con vigor, crudeza y rotundidad en las situaciones extremas de la vida de las personas. Y es preciso que a estas se las escuche con atención y resolución.

Pero la idea ya la había concebido Martini durante unos encuentros que mantenía con miles de jóvenes en la catedral de Milán, en los que el arzobispo comentaba La Biblia con sus dotes inigualables de exegeta, orador y, sobre todo, pastor. A aquella comparecencia mensual suya la denominó "Escuela de la palabra". Mas, al cabo de unos años de exitosa actividad en el Duomo, se dio cuenta de que era preciso establecer también cauces de comunicación con quienes no se hallan en el fanum, es decir, en el templo, y, para ello, era imprescindible disponerse interiormente para la escucha de los otros.

Martini sostenía que dentro de cada uno habitan un no creyente y un creyente, que hablan entre sí, se interrogan mutuamente y se dirigen el uno al otro cuestiones incisivas, incitantes y desasosegantes: "El no creyente que hay en mí inquieta al creyente que hay en mí y viceversa". En esta consideración, el cardenal de Milán se sentía muy cerca de Joseph Ratzinger, quien había escrito en Introducción al cristianismo: "Tanto el creyente como el no creyente participan, cada uno a su modo, en la duda y en la fe, siempre y cuando no se oculten a sí mismos y a la verdad de su ser. Nadie puede sustraerse totalmente a la duda o a la fe. Para uno la fe estará presente a pesar de la duda, para el otro mediante la duda o en forma de duda".

Es por ello por lo que Martini creó ese foro extraordinariamente interesante en el que creyentes y no creyentes daban abierta y respetuosamente testimonio de cuál era su posición intelectual y moral respecto a aquellas cuestiones que acucian a toda mente inquiridora: vida y muerte, bien y mal, amor y dolor, verdad y falsedad, justicia e injusticia, trascendencia e inmanencia. No se trataba ni de adoctrinar ni de convencer, sino de exponer con llaneza, precisión y educación lo que se había elucidado desde las lecturas, reflexiones, confrontaciones y retractaciones que cada cual hubiera acometido en su honesta trayectoria de búsqueda de la verdad. Porque, en realidad, si cabe hacer alguna distinción, no es entre creyentes y no creyentes, sino, como diría el filósofo y politólogo italiano Norberto Bobbio, entre pensantes y no pensantes.

En lo que se refiere a los creyentes, Carlo Maria Martini estimaba que estos podrían hallar un referente magisterial fecundo en personas que no creen o creen de modo diverso. También en las cuestiones que son de índole propiamente religiosa. Tal vez porque había llegado a apreciar en aquellas, respecto a la religión, una especial sensibilidad, limpia de la herrumbre del tedio y la rutina, que podría trasfundir seriedad, convicción y celo en quienes, declarándose inhabitados por la fe religiosa, sienten como un cierto cansancio en el creer. Ya el poeta surrealista francés Pierre Reverdy había aseverado con golpeadora franqueza: "Hay ateos que muestran más interés por Dios que muchos creyentes".

La editorial Bompiani ha publicado en un solo volumen las intervenciones de los participantes en las sucesivas sesiones de la Cátedra. El libro, de más de 1.300 páginas, ha sido prologado por el Papa Francisco. Los enunciados de los 12 capítulos se corresponden con los de las respectivas cátedras y estos son los temas que se han abordado: fe y razón, dolor, infancia, esperanza, sentimientos, silencio de Dios, oración, ciudad, violencia, ciencia, tiempo y justicia. El libro se titula Le cattedre dei non credenti.

Esta modalidad de encuentro entre creyentes y no creyentes se ha proyectado de modos diversos en la vida de la Iglesia. Últimamente ha adquirido gran relevancia el denominado Atrio de los Gentiles, cuyos objetivos fueron definidos por Benedicto XVI en el discurso que pronunció ante la Curia Romana el 21 de diciembre de 2009. No es un aula universitaria, ni un taller de creación artística, ni una sala de exposiciones, ni consiste en un ciclo de conferencias, ni es para coloquios académicos sobre teodicea, antropología, filosofía, ética, ecología, teología fundamental, pintura, escultura, arquitectura, literatura, música, canto, danza, teatro, cine o fotografía. El Atrio de los Gentiles es, a su manera, un espacio sagrado, en el que han de aproximarse, tanto cuanto sea posible, la espiritualidad cristiana y la nostalgia de trascendencia de aquellos ateos o agnósticos en cuyos corazones late, como diría el escritor italiano Gesualdo Bufalino, la pasión por lo divino.

Compartir el artículo

stats