La maternidad subrogada se define como el proceso en el cual una mujer por razones varias, presta su vientre para gestar hasta el momento del nacimiento a una criatura que entregará a otra pareja o persona individual en el momento de su nacimiento. Todo ello se hace a través de un contrato y la consiguiente transacción económica que implica la renuncia a todo tipo de derecho legal de la "madre de alquiler" sobre la criatura recién nacida.

Es España la práctica de la maternidad subrogada o gestación por sustitución es ilegal, está prohibida expresamente desde 1988 por la Ley 35/1988 de 22 de noviembre sobre Técnicas de Reproducción Asistida, prohibición que dura hasta el momento presente. Sin embargo, esta prohibición no obsta la creciente proliferación de anuncios en prensa y redes sociales de agencias intermediarias dirigidos a aquellas personas interesadas en "adquirir" hijos/as en el extranjero a través de mujeres pagadas para realizar este "trabajo".

Desde la óptica feminista estamos percibiendo últimamente movimientos ocultos que van tras de la legalización del tráfico de vientres de alquiler también en nuestro país. Hay síntomas preocupantes como el intento de legalización introducido por la presidenta Cristina Cifuentes en la Asamblea de Madrid, intento por el momento frustrado a través del voto negativo de la mayoría de los componentes de la cámara autonómica madrileña.

También se pronunció en contra de la maternidad por encargo el Parlamento Europeo, que en el pasado mes de diciembre rechazó la maternidad subrogada porque "la práctica de la subrogación mina la dignidad humana de la mujer, puesto que su cuerpo y sus funciones reproductivas son usados como una materia prima".

Desde el asociacionismo feminista en general, la posición es claramente contraria a cualquier tipo de legalización sobre el particular, aunque el tema está sometido a debates puntuales en las distintas organizaciones.

Rechazamos enérgicamente la legalización de esta práctica porque amenaza con nitidez la dignidad de las mujeres, conculca nuestros derechos y nos convierte en cobayas humanas al servicio de intereses comerciales y particulares más o menos lícitos.

Tener un enfoque feminista de la subrogación significa rechazar la idea de que las mujeres han de renunciar al derecho a decidir sobre sus derechos sexuales y reproductivos para que de este modo puedan ser utilizadas como contenedores cuyas capacidades reproductivas se pueden comprar. Para el movimiento feminista los intereses de las mujeres y los niños y niñas prevalecen en este debate sobre el interés de los compradores.

Aun reconociendo desconocer si existen intereses espurios detrás de quienes recurren a la práctica de traer hijos al mundo a través de vientres arrendatarios, tenemos razones y evidencias que nos hacen desconfiar de su dudosa raíz ética así como de las imprevisibles y futuras consecuencias psicológica postparto que aguardan a las "voluntarias" de la reproducción prestataria. Estas mujeres, procedentes en su mayoría del Tercer Mundo y prácticamente casi analfabetas, firman un contrato casi sin saber a lo que se comprometen.

Indigna además conocer que de los 2.888.841 dólares anuales que se estima se recaudan a través de este ignominioso tráfico, las mujeres subrogadas reciben un 0,9% cuando a cambio exponen y sacrifican su cuerpo y su salud mental.

En España mujeres filósofas, constitucionalistas, académicas y destacadas personalidades del movimiento feminista como Alicia Miyares, Ana de Miguel y Amelia Valcárcel entre otras, han lanzado la campaña No Somos Vasijas contra la gestación subrogada resaltando la evidencia de que no es posible obligar a las mujeres a renunciar a sus derechos humanos. Esta campaña se ha anexionado a "Stop Subrogación Now" la campaña internacional concebida para conseguir crear una Convención mundial en contra de esta denostada y humillante práctica de reproducción.

Existen alegatos malvados a favor de la reproducción subrogada en la que no nos es posible creer por cuanto es práctica discriminatoria pensada para gente rica que se encuentra en posesión de fuertes recursos económicos, gente dispuesta a pagar cifras que van de 30.000 a 150.000 euros por gestación, abonables a la entrega de la criatura.

No existe pues altruismo ni bondad en el ejercicio de esta práctica vejatoria basada en la pura especulación crematística y que se ampara en el neoliberalismo más cruel. Así, una vez más al igual que en la prostitución, el cuerpo de las mujeres es utilizado mercantilmente para que grupos organizados accedan a la obtención de pingües beneficios.

No podemos negar sentir cierta sensibilidad hacia los esfuerzos que hacen algunas personas por conseguir tener descendencia, sin embargo, sabemos que hay otras formas de conseguirlo renunciando eso sí, al egoísmo de la reproducción personal. Ahí al lado hay cientos de criaturas huérfanas o abandonadas recogidos y apiñadas en instituciones al efecto que esperan con ansia ser adoptados para acceder a algo que desconocen: el amor y cuidados de una madre o un padre. Es una fórmula que da excelentes resultados, y que cada año llena de felicidad miles de hogares en España.

Tener un enfoque feminista de la subrogación significa rechazar la idea de que las mujeres puedan ser utilizadas como contenedores y sus capacidades reproductivas ser objeto de compra venta. Los derechos de las mujeres y los niños primarán siempre sobre el interés del comprador, y consideramos que esta idea debe ser el foco del debate en torno a la maternidad subrogada.