Rubalcaba ha bautizado como Frankenstein a un hipotético gobierno multicolor, que ignorando las sendas de la lógica y el sentido común, pretenda integrar ideologías y pensamientos antagónicos e irreconciliables. El apelativo se me antoja adecuado, porque el irracional intento de mezclar agua con aceite entraña serios peligros que dan miedo. El monstruo cinematográfico asustó a varias generaciones.

Pese a la monstruosidad de tal posibilidad, la desenfrenada ambición de Sánchez por la poltrona le lleva a lanzar toda una diáspora de cantos de sirena y a todos los rumbos de la rosa de los vientos, empeñado en defenestrar a Rajoy con la formación de un gobierno que, por integrar partidos de izquierda, él considera que sería de progreso. Sinceramente, no creo que el progreso sea patrimonio exclusivo de ninguna corriente ideológica como se constata con múltiples ejemplos de progreso en regímenes de una y otra tendencia; al igual que posicionamientos retrógrados florecen en ambos bandos.

Esta actitud del secretario general de los socialistas hace oídos sordos a voces discrepantes de su propio partido, temerosas del Frankenstein que surgiría al mezclar socialdemocracia con el antisistema de Podemos y la virulencia de ultras y separatistas catalanes . Un explosivo cóctel de difícil digestión y que, aunque facilitase la investidura presidencial del Sr. Sánchez, no tardaría en otorgarle el rango de expresidente. El generalizado temor a Frankenstein tal vez debiera enfatizarse en los socialistas.

Me atrevo a afirmar que el empecinamiento en el no y en prescindir del diálogo es un craso error de Sánchez y el actual aparato rector del partido. No cuentan con la aquiescencia de los barones, porque estos defienden que, tal como en su momento hicieron ellos, la responsabilidad en los asuntos de estado tiene que estar por encima de apetencias personales o partidistas.

Sin proponérselo, el equivocado posicionamiento de Sánchez incluso puede robustecer la gobernabilidad de los populares, porque no es descartable que en los comicios que se están propiciando Rajoy mejore sus resultados. Si así fuera -y parece ser que ya hay encuestas que apuntan en esa dirección- la debacle del PSOE exigiría el ostracismo de su actual responsable e iniciar un arduo periodo de recomposición de un partido imprescindible para la democrática alternancia política.

Hay que ser conscientes de que el objetivo prioritario es propiciar con generosidad la gobernanza del país, la aprobación de los presupuestos y evitar sanciones de Bruselas; pero que el árbol no nos impida ver el bosque y que aferrándonos al refrán de que teta y sopa no caben en la boca, regateemos la atención que reclama el enquistado problema catalán, cuya ebullición hace que, en cierto modo, sea otro Frankenstein que día a día alarga su sombra de temor.

Aunque parece ser que a nivel de ciudadanía el globo de la independencia algo se ha desinflado, tal como certifica la menor afluencia en las manifestaciones de la Diada, el presidente de la Generalidad sigue sacando pecho y amenazando con nuevas elecciones de carácter consultivo, para que la próxima Diada la celebre una Cataluña independiente.

Curiosamente, en su osada verborrea, nos ofrece un párrafo sorprendente, al advertir a Madrid que sin Cataluña, España sería ingobernable; es decir, que además de sufrir una dolorosa amputación, quedaríamos condenados a la ingobernabilidad. Frankenstein a escena.

Sabido es que cuando se hacen curas en una herida se causan molestias; lo que es aplicable al problema catalán, porque una desafiante, prepotente y chulesca actitud tiene que ser acallada aplicando sin titubeos el peso de la ley. No será fácil y levantará aristas con posibles manifestaciones demagógicas de victimismo. Cautela y acumulación de razonamientos, pero la firmeza de la ley tiene que estar presente. Dura lex, sed lex y destierro de Frankenstein.