Mientras Merkel andaba por China en el G-20 su partido cosechaba una derrota de las que duelen. En los comicios de Mecklemburgo-Antepomerania del pasado domingo la Unión Cristiano Demócrata, su querida CDU, perdía la hegemonía de la derecha frente a los populistas de Alternativa para Alemania (AfD). Es el land por el que se presenta a las generales la canciller, a celebrar en doce meses. Por cierto, el domingo se cumplió el aniversario del día en el que Merkel decidió abrir las fronteras a los refugiados. El SPD se ha mantenido como la fuerza más votada, con el 30 por ciento de los sufragios, pero bajando.

Hace apenas un par de semanas el Gobierno alemán recomendó a los ciudadanos hacer acopio de reservas de agua para cinco días, de alimentos para diez días y sugirió la introducción del servicio militar obligatorio. ¿Qué está ocurriendo?

No tiene que ver con las elecciones comentadas, es evidente, pero algo barruntan. Y ese algo está sin duda en relación con la crisis del sistema de partidos políticos que están viviendo allí como aquí como en el conjunto de Europa. Una crisis que es la de la propia UE porque el Reino Unido se larga y ya me dirán qué va a ocurrir con el resto cuando Le Pen se alce con el santo y la limosna en Francia o cuando en la propia Alemania la prometedora AfD se convierta en una fuerza política determinante.

El sistema de partidos en Europa lo establecieron los generales de EE UU en 1945. Sin la ayuda de EE UU podemos volver a ser carne de dictaduras. Por eso es urgente el TTIP.