Pedro Sánchez finalizó ayer su intervención con esta frase: "Si actuamos todos con altura de miras y generosidad, seremos capaces de dar con una solución a este bloqueo, y el PSOE formará parte de esa solución". ¿Qué quiso decir? Ni los propios socialistas lo saben. Sánchez fue tan calculadamente ambiguo que cabe cualquier interpretación. Y no sólo hacia fuera, sino también hacia dentro.

Puede que el líder del PSOE estuviese llamando a Podemos y a Ciudadanos a negociar un tripartito, como cuando su intentona de marzo. O, más temerariamente aún, invitando a Podemos y a sus confluencias y a los independentistas catalanes a formar el arcoíris político centrífugo.

O, si no, a que el PP retire de una vez a Rajoy.

Pero seamos realistas: ni lo primero ni lo segundo es ya nada probable, visto que ambas alternativas pasan por pactar con Podemos. Y no digamos lo tercero. Así que conviene interpretar la frase de Sánchez, su proponerse como parte de la solución, como un intento de ganar tiempo hasta las elecciones gallegas y vascas del próximo día 25.

Tiempo y munición, algo de lo que hablar, fuera del esquilmado "no es no" a Rajoy, para quitarse presión de encima y decirle a su partido que, emparedado entre comités federales, aún puede mover los brazos.