Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Obras son amores

En los últimos meses han proliferado jornadas, mesas redondas, seminarios y cursos de verano en los que se abordaban temas tales como "Qué justicia quieren los jueces", "Qué jueces queremos", "Una justicia del siglo XXI", "Una justicia de futuro". Intervienen en ellos políticos -incluido el propio ministro de Justicia-, profesores universitarios, jueces, novelistas, representantes de asociaciones judiciales. Mas no es esto novedad alguna; los temas se repiten desde hace años. Pero conviene saber que algunos -no todos- de los que hablan en esos foros carecen ya de autoridad moral para hacerlo porque en su día, y cuando en su mano estuvo, nada hicieron de cuanto ahora dicen que debe hacerse; y hay otros que con su conducta de antaño contradicen con desfachatado desparpajo principios por los que ahora simulan estar muy preocupados, ya sea para motorizar su ascenso profesional, ya para la galería, que siempre luce. Un ejemplo: la independencia judicial; a algunos que en su día demostraron poco aprecio y respeto por ella, aún más, sin empacho ni pudor la traicionaron públicamente con gesto de sumisión a las indicaciones del poder ejecutivo, a algunos de estos, digo, se les ve ahora exhibiéndose con plumaje alado de ángeles custodios de la independencia a la que en otro tiempo fueron infieles. Estos tahúres de la doblez y el fingimiento oportunista sobran en tales seminarios. Tendrían mejor escenario en el Club de la Comedia. Por eso, sorprende que sean convocados a disertar sobre lo que a la justicia conviene. No descarto que algunos organizadores de tales seminarios sean inocentes desmemoriados, pero de otros pienso que lo son por interés, porque saben, y lamentablemente tienen razón, que esa desmemoria, madre del silencio cómplice, es al final rentable.

Llevamos años con las mismas lamentaciones, los mismos diagnósticos, los mismos lugares comunes, la misma verborrea acerca de la situación y necesidades de la administración de justicia. Basta con leer lo escrito y dicho hace años, para comprobar que aún estamos con el tartajeo del mismo disco rayado. Espanto me produce, a la vez que hilaridad, ver al intrépido y fatuo ciruelo ejerciendo de jirafa sin cuello que se pavonea en los coloquios, cuando, de pronto, con postinera seriedad propone una "reflexión" sobre la clase de jueces que queremos o necesitamos. ¿Cómo es posible que después de treinta y siete años de vigencia de nuestra Constitución se siga formulando esa pregunta? Entonces, ¿qué diablos se ha estado haciendo durante todo este tiempo? Y sobre todo, ¿qué han estado haciendo aquellos sobre los que pesaba la obligación de hacer algo?

A algunos de esos ensalmadores de ocasión y mesa redonda que ahora se lamentan en la plaza pública y ofrecen un diagnóstico frente al que, cuando pudieron y debieron, no aplicaron tratamiento eficaz, debemos preguntarles: y tú, que te has promocionado a un cargo de responsabilidad o de "representación", ¿qué has hecho de verdad y en serio?; ¿qué acciones concretas has llevado a cabo?; ¿con qué reivindicaciones te has comprometido y de qué modo has trabajado activamente por ellas?; desde tu sillón de terciopelo "rojo-representativo" ¿te has preguntado qué intereses has defendido realmente?, ¿los de los justiciables?, ¿los de los jueces desasistidos y agobiados por su trabajo diario, a los que se pide fallar a destajo?, ¿o acaso has antepuesto los de tu permanencia en el cargo y promoción profesional? Les aseguro que algunos no podrán dar respuesta coherente y digerible. Dirán que pidieron y no se les dio, que sus reclamaciones fueron desoídas, que nada pueden hacer... De acuerdo; pero entonces, lo que corresponde, en rigor y dignidad, es dejar el sitial desde el que, por lo visto, no les es dado - o no saben- hacer lo que procede. Lo demás, cansa, aburre y ya no engaña.

*Magistrado de la Audiencia Provincial en Vigo

Compartir el artículo

stats