Galicia está repleta de visitantes llegados de diversas partes del mundo que en un alto porcentaje aprecian la buena mesa y valoran los productos de calidad que ofrecen las rías, entre ellos uno tan característico y nutritivo como el mejillón de batea. Puede que entre esos turistas muchos quieran saborear ese "oro negro" cultivado en tan llamativos viveros flotantes, pero puede, también, que algunos no se atrevan, al enterarse de que un episodio tóxico afecta a estas aguas, de que las biotoxinas provocan la prohibición de extracción o de que la popularmente conocida como "marea roja" es capaz de causar estragos en la salud.

Dicho así suena preocupante. Lógico parece que algunos piensen que eso de comer mejillón puede esperar a mejor momento. Pero sería un error perder la oportunidad de saborear esta vianda, actualmente en un momento de rendimiento óptimo, quizás con la mayor calidad de los últimos años. Por eso hay que abundar en aspectos que, aunque repetidos hasta la saciedad, no siempre están claros para los visitantes ahora mismo sentados a la mesa del gran comedor que es Galicia. Hay que empezar diciendo que eso que se llama "marea roja", las biotoxinas, no son más que parte del alimento de peces y moluscos, es decir, son algo natural. El mejillón necesita del fitoplancton para alimentarse y la riqueza de las rías pasa porque el agua se renueve con frecuencia para reponer nutrientes. Cuando esto sucede, cuando las corrientes oceánicas introducen nutrientes en Arousa, Vigo, Pontevedra, Muros-Noia y demás rías, en ocasiones entre ellos avanza el fitoplancton con células tóxicas que se encuentra en las aguas del Atlántico. Y claro, el mejillón se lo zampa. No le ocurre nada, pero durante un tiempo -pueden ser días, semanas o meses- no es apto para el consumo humano.

Pero aún así el consumidor debe estar tranquilo, porque cuando las células tóxicas aumentan de nivel son detectadas en el Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino (Intecmar), y en ese instante, en base a los análisis efectuados, es posible cerrar zona a zona, polígono a polígono, para evitar la extracción de producto allí donde la "marea roja" esté presente. Y por contra, cuando no se alcanzan niveles tóxicos y el molusco es comestible, las bateas continúan abiertas, el producto sigue descargándose y el consumidor puede comerlo tranquilo.

En resumen, que si el mejillón se comercializa y adquiere por los cauces reglamentarios el consumidor puede saborearlo tranquilamente.