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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Neruda y las compresas

Un colega que se dedica a la pesquisa periodística (lee a diario casi todo lo que se escribe en la prensa española) me trae el recorte de un artículo y me pide, no sin malicia, que interprete una frase que él no acaba de entender. El artículo refleja la admiración desmedida de su autor por la cocina de tres cucharones famosos, entre ellos Ferran Adrià a quien considera el "genio vivo más importante de nuestra era", un revolucionario genuino y un talento como pocos de los que haya conocido la Humanidad.

Luego, se extiende en elogios hacia los tres y estima incomprensible que no hayan sido considerados todavía como héroes nacionales, un olvido que achaca a un trágico rasgo de carácter del pueblo español que es tan capaz de parir genios como de escarnecerlos, exiliarlos o matarlos. Hasta aquí no hay nada que objetar. Cada cual es muy dueño de elogiar o manifestar su entusiasmo por quien considere oportuno. Por otra parte, reclamar la condición de héroes nacionales para tres cocineros famosos no es exagerado.

Los cocineros españoles se han ganado merecidamente un hueco entre las profesiones más apreciadas por la opinión pública y tienen una gran presencia social. No hay cadena de televisión que se precie que no tenga entre sus programas de más seguimiento una exhibición en directo de las habilidades de un cocinero. Hay concursos para elegir a los nuevos talentos jóvenes, y hasta series cinematográficas en las que avezados marmitones enseñan a profesionales de hostelería cómo hacer más atractivos sus platos y rentables sus negocios. Atrás quedaron aquellos tiempos en que los cocineros (y ya no digamos las cocineras) permanecían ocultos a la mirada del público en unas cocinas asfixiantes mientras el jefe de sala se reservaba el papel más agradable de recibir las felicitaciones de los comensales.

Las cosas han cambiado radicalmente y ahora es el cocinero el que sale a escena a recibir las merecidas ovaciones, como los toreros en tarde de gloria. Por tanto, a nadie podría extrañar que tres cocineros entren a formar parte de la selecta galería de héroes nacionales en pie de igualdad con el Gran Capitán, Daoíz y Velarde o el Cura Merino, ninguno de los cuales, que se sepa, daba bien de comer. Lo que no encaja en el artículo, y eso es lo que intriga al querido colega, es porqué este elogio, seguramente muy merecido, a los tres insignes cucharones ha de relacionarse con la fobia manifiesta hacia la obra del poeta chileno Pablo Neruda a quien compara en desventaja con otro compatriota suyo como Vicente Huidobro.

La frase en cuestión dice así: "La muchedumbre chilena de su época hizo burla de Huidobro mientras coreaba sin rubor los ripios de Neruda con su falsa profundidad de anuncio de compresas".

Yo he leído algunas críticas a la obra de Pablo Neruda que, entre otros premios, fue distinguida con el Nobel de Literatura, pero en ninguna pude espigar un juicio tan sorprendente. Y menos todavía se me hubiera ocurrido relacionarla con los anuncios de compresas ni con su, al parecer, falsa profundidad. Lo que sí parece evidente es la intención de menospreciar a Neruda de una forma un tanto retorcida y un si es no es acomplejada. Machismo aparte.

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