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El segundo intento

En un reciente artículo, José María Maravall pide al PSOE que sepa estar a la altura de su responsabilidad histórica. Sostiene, con argumentos y datos, que es el momento de demostrarlo y que la única opción sensata de su partido es facilitar la formación del gobierno. Concluye el escrito, titulado "El desconcierto", sin ocultar un poso de decepción, afirmando que "es delirante ver lo que está pasando, con un país en precario". La frase, que merece ser subrayada por la categoría intelectual y la autoridad moral de su autor, uno de los grandes nombres de la socialdemocracia europea, es una más de las muchas definiciones con acento negativo con las que se ha enjuiciado la situación de España en el año en curso. En efecto, últimamente pocas cosas se hacen como se debiera en nuestra vida política. En cierto modo, hemos perdido los papeles.

Véase, si no, lo sucedido esta semana. La presidenta del Congreso ha anunciado la fecha de la sesión de investidura, que en realidad fue decidida por el candidato cuando estimó conveniente, lo que revela escaso rigor en la aplicación del reglamento de la Cámara. El aspirante compareció ante la prensa para anunciar que tenía el poder de su partido para negociar y, queriendo reservar la primicia para la reunión al día siguiente con el líder de Ciudadanos, incurrió en desmentidos falsos e hizo gala de su característica ironía de una manera muy desafortunada, sumiendo a la opinión pública en una perplejidad que en la presente situación sólo abona la desconfianza y la irritación de los ciudadanos. Mientras el PP y Ciudadanos se disponían a sentarse a la mesa, Podemos daba difusión a unas conversaciones en las que se había manifestado un principio de acuerdo para formar un gobierno de izquierdas, extremo que el PSOE no tardó en negar rotundamente a través de un comunicado público. La serie de despropósitos se cerró con las declaraciones del líder socialista en las que anticipaba el rechazo sin matices de su partido al proyecto de Presupuestos que presentara cualquier gobierno del PP que pudiera formarse.

Pero, sí, a pesar de la ruindad de esta política, que no es capaz de ponerse en línea recta con las inquietudes y las expectativas de la gente, la cita para la investidura tiene día y hora. Será el segundo intento en meses en formar gobierno. El primero acabó en la convocatoria de elecciones. Este parece abocado al fracaso y nadie se atreve a asegurar que no habrá elecciones, pero tampoco se descarta que antes de que sea obligado convocarlas haya un nuevo intento y el candidato resulte investido. Entre el primer intento y éste hay diferencias que es preciso tomar en consideración en todo caso, pero el final de ambos podría ser el mismo. Las reuniones del PP y Ciudadanos producen un alivio lógico y generan alguna esperanza, pero la investidura únicamente se consigue si el candidato reúne un número de votos y los partidos que tienen esos votos han reafirmado su decisión de no concedérselos.

La primera diferencia estriba en que el intento de Pedro Sánchez recibió el impulso de un acuerdo firmado por el PSOE y Ciudadanos que era el programa de gobierno de una legislatura. El acuerdo que ahora negocian el PP y Ciudadanos es, en principio, un pacto para la investidura de Rajoy, aunque es probable que el compromiso acabe incluyendo la estabilidad del futuro gobierno. En segundo lugar, el candidato del PSOE obtuvo en la anterior votación de investidura 131 votos, en tanto que si las negociaciones del PP prosperan, su candidato podría reunir en esta ocasión al menos 170 votos. La tercera diferencia, quizá la de mayor relevancia política, consiste en que los firmantes del Acuerdo para un gobierno reformista y de progreso tenían distintas preferencias a la hora de elegir al socio que necesitaban para alcanzar la mayoría parlamentaria: el PSOE pedía el voto a Podemos y Ciudadanos solicitaba la incorporación del PP al acuerdo. El acuerdo del PP y Ciudadanos, por el contrario, se expresa también en el hecho de que los dos reclaman al PSOE su colaboración. Vista la posición de los partidos nacionalistas, el apoyo del PSOE es imprescindible para Rajoy y por eso la presión arrecia sobre las filas socialistas. El objetivo de Ciudadanos es evitar nuevas elecciones y estampar su sello, bien visible, en un gran acuerdo político. Desde luego, si consigue estar presente en la firma de un pacto nacional, junto al PP y el PSOE, a buen seguro será reconocido como el factótum de la política española actual.

El intento de Rajoy, en el que curiosamente la iniciativa parece llevarla Ciudadanos, un partido de pequeña envergadura que ha aprovechado sus oportunidades para agrandar su dimensión política, está condenado al fracaso por la obstinación de los dirigentes del PSOE. Quizá el tercer intento sea el definitivo. De todas maneras, por razones que habrá que analizar pausadamente, los augurios para esta legislatura no son buenos.

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