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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La "confluencia"

A estas alturas no parece que alguien dude aún de que en política no todas las reglas de otros oficios son aplicables. La práctica ha demostrado ya que ni siquiera la más elemental de la gastronomía, según la cual en la variedad está el gusto. En las urnas suele ocurrir lo contrario, y la gente confunde la abundancia de ofertas, cuando son muy parecidas, con la división; y decide, antes que degustar esa variedad, castigarla.

No parecen haber tenido en cuenta ese riesgo las diferentes corrientes, o familias, o como se quiera definirlas, que confluyen en esa especie de Frente Popular bis que ahora se llama En Marea. O al menos no lo hicieron los candidatos de las diferentes facciones -que son nueve por ejemplo en Pontevedra- y cuyas doctrinas, proyectos o ideario solo conocen los militantes, y posiblemente ni siquiera la totalidad. Pero fortuna audentes iuvat, y ya se verá.

Puede ser más cierto, por supuesto, los que -aún aceptando el peligro de que la convergencia parezca más bien un pot pourri- prefieran la aritmética y valoren más la posible suma de votos que en teoría se aporten a unas listas única. Podemos lo hizo cara al 26-J, le salió mal y ahora opta en Galicia no por la coalición sino por confluír dentro de En Marea, en un solo partido. Cierto que aquí no es el más fuerte, pero es su tercer experimento en menos de un año, y sin gaseosa.

En opinión personal de quien esto escribe, el riesgo de la apariencia sigue existiendo. Y se agrava por dos razones: el poco tiempo que tendrán para explicarlo bien y, segunda, el mucho que emplearon en lograr el acuerdo final. Y aunque a ese tipo de organizaciones se le vota más por tesis que por praxis, hay demasiada gente ya que antes de firmar reclama garantías.

Esa regla, que es esencial en el negocio bancario, tampoco resulta de recibo -y nunca mejor dicho- en la política. Y puede jugar en contra de En Marea porque no pocos pensarán que si para alcanzar un acuerdo mínimo tardaron lo que tardaron, para llegar a gobernar podrían tener a Galicia como está ahora España. Sobre todo si aquí, como allí, insisten pese a la confluencia en lo de estar juntos pero no revueltos.

Sea como fuere, el candidato Villares ha apostado muy fuerte: nada menos que por convertirse en la alternativa no al PSOE sino al PP. Quizá piense en los socialistas como recurso, pero habrá que saber si queda algo útil de él tras el 25-S, si vale la pena y quién lo mandará. Tras lo de ayer de Pedro Sánchez, las casas de encuestas y las de apuestas esperan en Galicia un desastre peor que el de aquella alianza que capitaneó Caballero en los noventa. Y si fuere así, la alternativa ni siquuera sería aritmética.

¿Verdad?

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