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Bicicleta y barco de ría: un manantial para el Área

Con naturalidad sentó la niña en el portabebés, seguidamente, de la manera más animosa su pié saltó por encima del cuadro de la bici. Tras de sí quedó la ciudad. Luego el trasbordo en barco hasta el otro lado de la ría, por último, 4 kilómetros siempre en ascenso a la parroquia de las afueras donde, con ligereza, madre e hija se apean ya en casa. ¿Acaso no es esta una escena natural? Pues no, se parece más a un pacto de alta política. Ahora bien, a un pacto aún pendiente.

Un pequeño y no muy caro motor eléctrico acoplado a la bicicleta (algo que no todo el mundo sabe) supone un alivio definitivo al exigente esfuerzo físico del pedaleo. Una gozada sale a nuestro paso, una rebeldía cargada de futuro, un presagio de aire fresco para una ciudadanía enjaulada en los coches. Tan sólo un pícaro embuste: será precisamente un motor el que dé el gran paso adelante en favor del transporte no motorizado, la bicicleta. Sí; a partir de ahora la palabra fatal ya no es cuesta sino seguridad.

Stuttgart, como Vigo, es una ciudad factoría del automóvil (aquí Citroen, allí Mercedes) que ronda los seiscientos mil habitantes como pronto lo hará el Área Metropolitana de Vigo. Igualmente, un punto dura con muchas pendientes, rodeada de valles y núcleos periféricos. No obstante en bicicleta se discurre por una sucesión ininterrumpida de kilómetros y kilómetros, sin apenas cruzar un sólo semáforo, salvando las discontinuidades con buen trazado, ligeros puentes o túneles. Por añadidura, atravesando la magnificencia de las zonas verdes. Y un hecho constado: no hay contradicción alguna.

En la Bahía de San Francisco (que en tanto recuerda a Vigo), en las horas punta, espacios acondicionados sobre las cubiertas de los transbordadores se cubren de bicicletas en Sausalito o Tiburón (están tramitando el 2016 Bicycle and Pedestrian Master Plan). Un intenso trasiego ciclista, de costa a costa, por mar. ¡Qué envidia para la ría de Vigo! Bertrand Russell sostiene que la única cura contra la envidia es la felicidad. Pues bien, tome la AMV el desafío.

Tenemos un Área Metropolitana que atesora el prodigio de un pedazo de mar en sus entrañas. Contiene un bien común, un toque de genio, para un Plan Director de fomento del uso combinado de la bicicleta y el barco. Con un poco de detenimiento y sutileza casi se toca el pacto. Como en tantos otros lugares del mundo toparíamos sinergias sorprendentes, eficacia, belleza y porque no, felicidad.

Por otra parte, Galicia es la patria de una obra maestra de caminos (no sólo de los mil ríos). Incontables senderos diseminados, fugitivos, siempre avanzando en todas direcciones recorren la AMV. Una utilidad en bruto que da maniobrabilidad a numerosísimas pequeñas empresas salpicadas (efecto Mos) y a una nube de movimientos pendulares (trabajo / vivienda) de corta distancia. Esta madeja no doblegada con el paso del tiempo bien podría alfombrar el moderno futuro de la bicicleta como modalidad rescatada de la profunda negrura de los años de posguerra.

Esta expansión se encuentra tan sólo refrenada por la espectacular falta de seguridad a la hora de subirse a una bicicleta y tener que compartir / competir con el coche en una batalla callejera tan desigual como esperpéntica. E incluso, escapando de la zona de coches no es menos peligroso el uso de la bici por la acera, sorteando terrazas, importunando tertulias y sobresaltando los movimientos espontáneos de los peatones. La resistencia a ceder suelo exclusivo a la bicicleta sigue profundamente e irracionalmente arraigada.

Sin embargo, cada día, paso a paso, esta pugna por el uso del espacio público pierde fundamento y necesidad. No hay que ser una persona de ciencia, para ver que en el mundo urbano actual está muy sobredimensionada la superficie de suelo graciosamente asignada al coche. Redoblando una y otra vez la red viaria (ignorando que a más asfalto más presencia de coches), la palabrería tecnócrata eclipsó cualquier otro código racional. Actitud que no deja de causar perplejidad en plena revisión del modelo energético y de movilidad.

De aquí en adelante, la AMV por sus características territoriales y marítimas, esta en las mejores condiciones para dar coherencia a 30 años plagados de iniciativas tímidas, inconexas, tramos aislados, o carriles bici mal hechos y a regañadientes. Junto a las propuestas frescas que cada día surgen, está al alcance de la mano entrar en una fase superior, vertebrar, mejorar y acabar con las incoherencias y discontinuidades. Crear a corto plazo la Red Básica Metropolitana de itinerarios para Bicicletas, (una columna vertebral específica con sus ramificaciones, tanto en suelo urbano como en las periferias).

Y para ello, la premisa básica esencial es abordar una gestión rigurosa y sin prejuicios de los muchos excedentes de viario existente, no siendo en absoluto preciso recurrir a expropiaciones salvo muy excepcionalmente. De este modo, estamos ante un anhelo social económicamente abordable. El asunto no presenta serias dificultades. Es lo más natural del mundo y no hay tiempo que perder porque como vemos, la gente, con gran dignidad y corazón, ya va por delante. A la AMV le toca pensar pero, sobre todo, querer política de altura.

*Arquitecto

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