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¡Más madera, Galicia es la hoguera!

Hace ahora tres años, cuando la anterior oleada de incendios, escribí para estas mismas páginas "Causas y consecuencias de los incendios forestales". Pocas novedades hay que añadir a lo entonces dicho, pero sí unas cuantas realidades que recordar. La primera es que desde finales de los años 70 el número, la extensión, la severidad y la recurrencia de los incendios en Galicia NO son los que le corresponderían por las condiciones climáticas y los ecosistemas existentes. Esta realidad salta a la vista en el mapa adjunto del "European Forest Fire Information System" que recoge la superficie quemada en Europa en el periodo 2002-12: NINGUNA región europea bañada por el Atlántico sufre un número significativo de incendios... EXCEPTO GALICIA y el centro-norte de PORTUGAL. Nos encontramos, por tanto, ante un problema de origen humano: en Galicia la actividad incendiaria es ANORMALMENTE ELEVADA, pero no en estos últimos días como se ha dicho, sino de MANERA HABITUAL.

| ¿Qué ha sucedido en los últimos días? Una vez más, lo de siempre: después de varias semanas sin llover, con calor y fuerte viento se dan las circunstancias óptimas para facilitar la rápida propagación del fuego y dificultar muchísimo su extinción. En estas condiciones la enorme actividad incendiaria, que lamentablemente "siempre está ahí", ha sido, es y será capaz de desbordar los dispositivos de extinción del PLADIGA, así gastemos 100 (en 2013), más de 170 (en 2016) o 500 millones de euros, que a este ritmo pronto llegaremos a ellos. Y seguirá costándonos vidas y bienes humanos, infinidad de animales quemados vivos, la destrucción de la vegetación y el paisaje, la erosión de nuestras tierras y la contaminación de ríos, embalses y rías.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Cambiemos "piedra" por "raíz" y tendremos la explicación para las cíclicas oleadas de incendios en Galicia, pues la sociedad en general y los sucesivos gobiernos en particular llevan tropezando casi cuarenta años con la "RAÍZ DEL PROBLEMA": LOS INCENDIARIOS.

| ¿Cuántos son? Entre tres y seis mil, según estimaciones de la Xunta; es decir, apenas 1 o 2 por cada mil gallegos, pero, aliados con la pasividad o tolerancia de bastantes más (excepto cuando el fuego se acerca a las casas) y con las condiciones meteorológicas favorables que conocen muy bien, son capaces de poner en jaque al gobierno y el PLADIGA de turno e hipotecar el presente y el futuro de la sociedad, tanto ambiental como económicamente.

| ¿Dónde están? Un poco por todas partes pero, de nuevo según datos de la Xunta, sobre todo en 79 parroquias con alta actividad incendiaria, la mayoría en Ourense (48), seguida de Pontevedra (17), A Coruña (13) y Lugo (1). Por eso a menudo vemos como se queman, una y otra vez, las mismas zonas.

| ¿Son una "organización criminal"? Rotundamente NO y quien afirme o insinúe lo contrario intenta engañar a la opinión pública, pues no hay evidencia alguna de que tal organización exista (coordinación, infraestructura, financiación, móviles definidos); además, LOS INCENDIOS NUNCA HAN SIDO REIVINDICADOS.

| ¿Por qué queman? La utilización tradicional del fuego como herramienta agrícola y ganadera, unido a la crisis demográfica del medio rural (envejecimiento, despoblación) y los cambios que ésta ha provocado en el paisaje gallego, junto con una casuística variada (regeneración de pastos, eliminación de rastrojos y linderos, "para ver los marcos", rencillas diversas, puntualmente intereses madereros, laborales o económicos, ...) y la desesperanza de un rural para el que, hasta ahora, nadie ha procurado realmente un futuro social, económica y ambientalmente sostenible han generado un cóctel explosivo que estalla cada vez que la meteorología no lo impide.

| Y ahora la pregunda del millón, ¿qué se puede hacer? Pues, la verdad, con 170 millones de euros anuales se podría y debería diseñar, financiar y aplicar una estrategia adecuada, basada en CONCIENCIAR, PREVENIR, EXTINGUIR Y RESTAURAR. Invertir para concienciar a la población en general, pero muy especialmente a los que toleran o justifican los incendios y, en última instancia, a los propios incendiarios; es difícil, pero no podemos permitirnos que sea imposible. Invertir (que no es igual que gastar) para prevenir los incendios, a través de un desarrollo sostenible del medio rural, que frene y revierta la sangría demográfica y garantice calidad de vida para las personas, además de un equilibrio entre explotación y conservación del medio natural. Y, obviamente, reservar una partida para la extinción, que siempre será necesaria, y para la restauración de las zonas quemadas.

*Investigador Científico del CSIC

Presidente de SGHN

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