La expresión "al carajo de la vela" me consta que ha sido utilizada, al menos, por dos señalados políticos españoles: uno, Práxedes Mateo Sagasta, quién, con motivo con un incidente con el Nuncio del Vaticano, comentó, a viva voz, que este se vaya "al carajo de la vela", lo que originó un pequeño incidente diplomático; el otro político fue Arzallus, que también mandó "al carajo de la vela " a Tarradellas, desconociéndose las razones que tuvo el primero.

La expresión que nos ocupa no es un insulto ni una grosería; es, sencillamente, un castigo que, en la antigüedad, se imponía a los marineros cuando cometían una falta.

El carajo era una canasta que se situaba en la parte más alta del palo mayor que, por su posición, era muy sensible al balanceo del barco, hasta el punto que, cuando había mar gruesa o temporal, tenían que atar a los marineros para que no fuese despedido al mar o a la cubierta. En cualquier caso, el mareo estaba asegurado.

En la actualidad, los españoles vivimos una etapa lamentablemente descorazonadora y de la que tienen un triste protagonismo algunos políticos, concretamente los del 'no' y los que quieren subvertir el orden constitucional.

Dichos políticos olvidan o, lo que es peor, ignoran que la democracia es diálogo y que del mismo nacen los pactos que hacen posibles los gobiernos. El profesor D'Ors nos enseñaba, en su cátedra de Santiago, que el pactum era la paz y la actio la guerra, pues, si en este momento en el que España precisa de una paz prolongada, los mencionados políticos quieren la discordia, la sociedad debería enviarlos " al carajo de la vela", procurando que la nao navegue por la "marola", parte de la costa gallega donde la mar es bravía hasta el punto de que existe el dicho: "Quien pasó la marola pasó la mar toda"; allí los castigados, totalmente mareados, echarán hasta su primera papilla con lo quedarán purificados de los malos humores, una vez desembarcados deberán jurar respetar, al menos, los principios del Derecho Romano que son : "Vivir honestamente, no perjudicar al otro y dar a cada uno su derecho".

Si después de la referida experiencia náutica reinciden en sus faltas, no queda otra solución que mandarlos de nuevo "al carajo de la vela" per secula seculorum.