Faro de Vigo

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El murmullo del Cristo

El Cristo tiene su murmullo, un murmullo burbujeante, silabeante, que despierta muy de mañana, poco después del alba, y aumenta como un runrun hasta convertirse en un clamor de atardecida. Murmullo de silencio, de palabras y velas que chisporrotean. Ese domingo del Cristo estaba el Vigo más real en la vieja entraña de su ciudad, allí donde están sus orígenes marineros. Ese Vigo que vive en los barrios que antaño fueron netamente rurales y ahora lo son en parte; el de Matamá, Beade, Comesaña, Valadares, Zamans, Saians... el que constituye su verdadera esencia y acude a defender su ciudad cuando la historia lo reclama, o cuando una tradición como el Cristo, que es algo más que fe, lo convoca. El día del Cristo uno se siente satisfecho al pasear por el barrio viejo porque por allí anda el Vigo esencial de sus periferias. Ese día del año en que más te sientes entre vigueses.

En Patos, a la puesta de sol

El sábado noche vi la puesta de sol desde Patos, apostado en la gran terraza del Sunset Le Grand y muy cerca del chiringuito de variada coctelería. Allí estuve con el arquitecto Luis Collarte, el promotor de ese espacio que da a Patos una dimensión hostelera hasta ahora inexistente, entre maderas macizas, granitos y mármoles, materiales que domina. Allí compartí la puesta de sol con la gloriosa Carmen Luz Álvarez, con el profesor universitario de Derecho Internacional Emilio Martínez, que da gloria escucharle, ambos residentes en Burgos, con el odontólogo Jacobo Álvarez, que impide que mi sonrisa se convierta en un rictus por el paso de los años... Cenamos luego en el interior y Carla, la jefa de cocina, nos hizo un menú fuera de carta que dejó claro su tronío en la cocina. Y nos despedimos con un gin tonic otra vez en la terraza, mientras en un lateral de la misma la salsa hacía mover las caderas a no pocas parejas, como todos los sábados.

Y Moncho Borrajo en Nigrán

"Mi padre quería que fuera niño, mi madre que fuera niña y así salí yo", decía riendo Moncho Borrajo. Y es que muy cerca de donde estábamos, en el Torreiro de Nigrán, con la Coral Stella Maris como argumento cantoral de fondo, se ofrecía un homenaje al humorista Moncho Borrajo, al que apodan "petirrojo" quizás porque tal ave es sociable, atrevida y curiosa. Lleno en este homenaje a nuestro Monchiño, que andaba por medio con falda escocesa y vio como a través de la pantalla le felicitaban personajes como Luis del Olmo o Carlos Núñez. Y entre el público estaban alcaldes como el de Nigrán, Juan González, en cuyo Libro de Honor firmó desde el mismo palco, y el de su pueblo natal, Baños de Molgas, el nacionalista Jaime Iglesias. Merecido homenaje.

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