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Ceferino de Blas.

La memoria de la isla

No es que sea una mala propuesta dedicar la isla de San Simón a perpetuar la memoria de quienes penaron allí por las malignidades del franquismo. Es inadecuada.

Lamentablemente hay demasiada gente que reduce la historia de España a los cuarenta años de dictadura y ocupa su tiempo en eliminar nombres, sustituir placas de calles y otros estigmas que lo recuerdan.

Sin duda la abundante historiografía contemporánea, que divide y subdivide cualquier tema local, relacionado con la vileza del periodo, tiene que ver con esta y otras propuestas. Da la sensación de que no haya otros menesteres en qué afanarse, y no se han superado los tiempos del primer desengaño democrático cuando se decía que contra Franco vivíamos mejor.

La justificación de los historiadores es que hay que indagar en esa época para no olvidar, antes de que desaparezcan los últimos testigos vivos, como si no estuviera suficientemente claro lo ocurrido para quienes piensan de una manera o de otra.

La historia de España no se reduce a ese lapso, que tuvo precedentes mejores y también peores, aunque haya a quienes les parezca mentira. Lo cierto es que abarca muchos siglos, con periodos de brillantez y decadencia, heroicos y lamentables, tolerantes e inquisitoriales. Comparativamente, los cuarenta años de dictadura son irrelevantes. En unas décadas se recordarán como las guerras Carlistas o las del Rif.

La historia de San Simón, tan rica, de tantos siglos, no se puede limitar a una situación concreta, que en nada la define, a partir de una propuesta política, aunque sea aceptada por unanimidad.

Hasta ahora la isla ha tenido una dimensión que trasciende cualesquiera circunstancias de las que haya sido protagonista. Y ha sido solar y testigo de infinidad de ellas.

Por hablar de malos tiempos, habría que recordar que durante más de medio siglo fue lazareto y cuarentenario para los buques llamados "sucios", que llegaban a la ría con el cólera u otras enfermedades infecciosas. Y vivió situaciones tremendas.

En 1854, uno de los barcos que arribó a San Simón fue la fragata "Abella", que transportaba a colonos infectados, que tras su paso por el puerto de A Coruña fue dejando cadáveres, y cuando llegó a San Simón, los más graves fueron trasladados al hospital de la isla, donde murieron la mayoría.

La presencia de la fragata costó enormes sacrificios a la provincia de Pontevedra. Por la alarma que se desató se establecieron cordones sanitarios en los límites de Melón y Padrón, que impedían el paso de personas y bienes.

Hasta el punto de que en estas páginas se escribió esta tremenda frase: "Dicen que estamos apestados y nos sitian como fieras por todos los límites de la provincia".

Lo de la fragata "Abella" es un antecedente de lo que ocurrirá en el 98, cuando arriban a Vigo "los barcos de la muerte", con los soldados que regresaban de la guerra de Cuba. El mausoleo del cementerio de Pereiró recuerda aquel episodio.

Tratar de reducir, a estas alturas, la isla de San Simón, cantada por los poetas de la ría, habitada por los templarios, monasterio, testigo de la batalla de Rande, a un solo episodio, es disminuir su dimensión histórica y tergiversarla.

No es que los que penaron en San Simón no merezcan un recuerdo especial. Pero es circunscribir la historia a un momento concreto y tomar la parte por el todo.

Sin duda a uno de aquellos penados, el excelente escritor, y colaborador de este periódico, Diego San José, no le entusiasmaría la iniciativa de que se identificase la isla por esa terrible experiencia. Ni a un personaje tan admirado como Vázquez Montalbán que sitúa en San Simón el comienzo de su última novela "Erec y Enide", que presentó allí en un día radiante. Su referencia es de carácter académico y cultural.

Es lo que encaja con la isla por su origen monástico y culto.

La cultura, la música, la literatura, los estudios de diverso tipo, los encuentros de reflexión es lo que contextualiza el archipiélago de San Simón.

Por eso, la iniciativa municipal de dedicarla a la memoria de los cautivos del franquismo es una propuesta limitativa e imperfecta. Si se quiere significar ese episodio histórico basta una escultura u otro signo visible que lo testimonie como se hizo con los retornados de las guerras de Ultramar.

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