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Literatura

La crisis, a la luz de un libro prohibido por las dictaduras

Con acierto, el Papa actual nos está diciendo a los ciudadanos del mundo muchas cosas positivas y, por si tenemos dudas, nos informa casi a diario de que, con otras formas y "modelos" estamos viviendo desde hace unos años la Tercera Guerra Mundial (al menos desde la vergonzosa invasión de Irak, y más tarde la de Libia). Muy recientemente ha tenido la dignidad de denunciar el holocausto judío, visitando en silencio un infame campo nazi, y señalando que en todas las religiones, incluida la católica, el verdadero problema son los grupos fundamentalistas que tienen, que no respetan la vida, ni los derechos humanos y que son un verdadero peligro para todos los ciudadanos. Sin embargo, reclama que no se puede anatemizar a las distintas religiones, incluida en estos momentos la islámica, pues la mayoría de los miembros de las mismas son personas normales, que aman la paz y están en contra de todo tipo de violencia, como así lo reclaman todos y cada uno de sus diferentes libros sagrados, cristianos, judíos, islamistas, hindúes, budistas y jainistas.

Nuestros lectores tienen que concordar con nosotros que el mundo, sobre todo el occidental, ha perdido todos sus valores y hoy solo existe la codicia, el interés desmedido por el poder y el dinero y el casi nulo aprecio por las personas y la vida de los seres humanos, con una corrupción infame a todos los niveles y en todos los lugares y grupos (en unos más que en otros). Entre las siete mafias que existen en el mundo, la mayoría radicadas en EUA, hay tres que son culpables de más del 90% de los problemas que existen en el mundo y que nos han llevado a la profunda crisis que estamos padeciendo: la de las armas, que no se construyen para guardar en un museo, sino para usarlas, "creando" cada día lugares donde poder venderlas y utilizarlas; la de las drogas, verdadera amenaza para nuestra juventud, y la del tráfico de personas, con esa grande lacra que es el mundo de la prostitución, en la que las mujeres, especialmente, son las perjudicadas en su honor, en su integridad y en su personalidad. Muchos de los líderes políticos actuales son un ejemplo claro de la crisis que estamos sufriendo, con falta total de dignidad y de respeto por los derechos humanos. La lista es larga, y entre ellos destacan Trump, Erdogan, Temer, Maduro, Obiang y Putin.

Por casualidad, hace unos días cayó en nuestras manos un libro excelente, escrito en 1791 por el francés Constantin François Chasseboeuf de La Giraudais, más conocido como Conde de Volney. Bajo el título de Las ruinas de Palmira o Meditaciones sobre las revoluciones de los imperios, seguida de la Ley Natural, fue traducido a numerosos idiomas, alcanzando más de veinte ediciones, y muchísimas en castellano, siendo la primera la realizada en 1820 por el abate Marchena. En 1846 fue puesto en el Índice de libros prohibidos (Index librorum prohibitorum) por el Vaticano de entonces, posiblemente por proclamar un ateísmo tolerante, la libertad, la igualdad, la fraternidad y la defensa, por encima de todas, de la Ley Natural. En la Escuela Moderna de Ferrer i Guárdia, era un libro de lectura para sus escolares. Desde que iniciamos su lectura, nos entusiasmó y sorprendió tanto, que no pudimos dejarlo hasta que lo leímos en su totalidad. Una de las razones es por su tremenda actualidad, con la crisis que estamos padeciendo a nivel mundial, pues comenta, adelantándose en siglos, las causas de lo que ahora sufrimos, y además este libro se ha convertido en el más importante de la historia, para los libre-pensadores que han existido y existen en el mundo. Siendo un libro prohibido en aquellos países que tuvieron o tienen dictaduras, lo que ayudó también a la motivación de su adquisición y lectura, de forma clandestina. En España, especialmente, durante las primeras décadas del franquismo. Paralelamente, por el interés que íbamos alcanzando en el progreso de su lectura, nos fuimos informando sobre la historia y la vida de este libro singular, los diferentes traductores y ediciones, y, muy en especial, la vida y pensamiento de su autor el Conde de Volney. El libro es tan interesante, que recomendamos a nuestros lectores la lectura del mismo, del que existen varias ediciones en castellano, la última de EDAF en el año 1993.

La Ilustración

El autor del libro que mencionamos había nacido en Craon-Anjou el 3 de febrero de 1757 y falleció en París el 25 de abril de 1820. Fue un pensador y escritor francés, amigo de Cabanis y de Destutt de Tracy y, en su obra, el heredero del racionalismo de Helvétius y de Condorcet. Después de estudiar derecho y medicina, viajó por el Líbano, Egipto y Siria, viaje que relató en Viaje por Egipto y Siria (1787). Poco antes de este viaje, adoptó el seudónimo de Volney, forma contraída de Voltaire y Ferney. Cuando conoció a Benjamín Franklin, su espíritu libre de prejuicios y sobre todo de creencias, ejerció sobre nuestro autor una profunda impresión y a partir de entonces influyó mucho en sus ideas sociales, siendo un gran defensor del iusnaturalismo. Representante por el Tercer Estado y secretario de la Asamblea (1790), su obra más importante y famosa es a la que dedicamos hoy nuestros comentarios, en la que proclama un deísmo tolerante, la libertad y la igualdad. Napoleón le otorgó el título de conde, y durante el reinado de Luis XVIII fue senador y miembro de la Cámara de los Pares, aunque siguió defendiendo ideas liberales. Entre sus obras de erudición destacan una Cronología de Herodoto (1809), Nuevas investigaciones sobre historia antigua (1814) y diversos trabajos sobre el idioma hebreo. Y fue profesor de Lingüística de la Escuela Normal Superior francesa.

Las ruinas de Palmira ha sido durante más de dos siglos un instrumento de análisis crítico, con ese significativo subtítulo de Meditaciones sobre las revoluciones de los imperios, obra en la que proclama un deísmo tolerante, la libertad y la igualdad. Libro muy apreciado por todos los "librepensadores", y leído por generaciones de obreros conscientes en lugares como ateneos y casas del pueblo, siendo eternamente censurado por el Santo Oficio, quemado por nazis y falangistas, prohibido bajo las dictaduras aunque, afortunadamente, se podía encontrar con cierta facilidad en las paradas de libros de segunda mano, a veces escondido bajo una manta o en un cajón simulado. Se trata de una suerte de novela de divulgación didáctica que combina libremente disquisiciones filosóficas con descripciones de viajes y trozos líricos con animadas polémicas sobre las costumbres. Todo comienza con una "Invocación" a las ruinas: las tumbas son el gran espectáculo de la sabiduría humana. El orgullo y la fuerza se doblegan ante la voluntad de la fatalidad; nada resiste a los siglos, y la injusticia cae frente al triunfo cada vez más decisivo del progreso humano. Las tumbas señalan la verdadera igualdad social, y muestran en la libertad humana el más firme principio de bienestar, no en vano Volney fue uno de los inspiradores de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Combinando sólidas observaciones filosóficas y sociales con varias narraciones de viaje, Volney, habla por boca de un sabio (en forma de genio) que ha encontrado por el camino, que indaga acerca del origen y la idea de toda religión, mostrando en el hombre la innata exigencia de adorar a un ser supremo, en su valor simbólico e ideal, algo al final de cuentas, que es una parte más de una historia que nos sobrepasa, que apenas sí empezamos a conocer. Todas las religiones afirman por esto, según Volney, la identidad de su misión en un sentimiento de misterio y de adoración hacia un poder sobrenatural, ofrecen una explicación de lo que no resultaba explicable en su momento. De forma agradable, sin insultar, e incluso con humor, va desenmascarando los errores de todas y cada una de las religiones que existen en el mundo, usadas por los diferentes poderes, imperios y naciones, para tener "atado" al pueblo.

En un interesante artículo dedicado al libro de Volney, el historiador José Alvarez Junco, entre otras cosas, dice: "El libro desembocaba así en un alegato antirreligioso. El genio parlanchín pasaba lista a las principales religiones y les reprochaba sus absurdos lógicos. A los musulmanes, temerosos del castigo divino si violan cinco preceptos arbitrarios, les hacía observar que ese mismo Dios permitía triunfar a sus enemigos, los cruzados, que incumplían esos preceptos. "Si Dios gobierna la tierra siguiendo el Corán, ¿cómo consintió construir poderosos imperios a los innumerables pueblos anteriores al profeta que bebían vino, comían tocino y no visitaban la Meca?". A los cristianos les recordaba sus interminables debates sobre la naturaleza de Dios o el modo de su encarnación y las divisiones que ello había generado -meras luchas de poder, en realidad- entre nestorianos, iconoclastas, ortodoxos, romanos, anabaptistas o presbiterianos, cada uno con su peculiar modo de vestir, sus ropajes rojos, violetas, blancos o negros, sus distintos sombreros, bonetes o mitras y sus extraños cortes de pelo y barba.

Frente a esta confusión -seguía el genio su discurso-, hace ya tres siglos que la razón se ha extendido en Europa, gracias a la imprenta, el gran invento liberador; aunque las religiones, guarida de la ignorancia, sigan dominando aún entre el pueblo analfabeto. Y el libro terminaba imaginando una gran asamblea de la humanidad, a la que el genio explicaba que cuando los pueblos se ilustraran, renunciaran a las religiones y supieran legislar por sí mismos y elegir a sus gobernantes, se abriría ante ellos un futuro racional y feliz, regido por principios justos e igualitarios". Y eso es nada más y nada menos que llevar a la práctica la "Ley Natural", la única verdadera e importante.

*Educador social y animador cultural

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