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Ceferino de Blas.

El primer relato de la procesión del Cristo

Aunque la procesión del Cristo data de tiempo inmemorial, el primer testimonio escrito no se registra hasta abril de 1854. La razón es que antes no existían en Vigo periódicos que contaran a los coetáneos y a la posteridad esa tradición.

Aquel año también se publica la primera crónica, que describe cómo se desarrolló la procesión, que llegó hasta el ex convento de las monjas del Arenal para retornar a la colegiata pasadas las diez de la noche.

Era la festividad más importante de cuantas se celebraban en Vigo, que desde hacía meses tenía un periódico para narrar lo que sucedía. Cuadraba a su condición de ciudad, título que ostentaba desde 1810, por su valerosa y fiel defensa de la plaza frente a los franceses.

Es en este cruce donde convergen los dos signos: la reconquista, que se atribuye a la intercesión del Cristo hallado en el mar, que desde entonces adquiere la denominación de Cristo de la Victoria.

Lo prueba la gacetilla que lo anuncia:

"El domingo 25 del corriente se celebrará en la colegiata de esta ciudad el aniversario del Santísimo Cristo de la Victoria, con toda la solemnidad que le sea posible a este pueblo religioso, que atribuye el rescate de su independencia a la invocación de esta divina imagen".

La Reconquista de la que tan ufanos se sentían, el olivo, árbol totémico, y la imagen del Cristo eran los tres símbolos que asumía la comunidad, porque trascendían las convicciones individuales. Los símbolos no precisan una aceptación unánime, basta que sea generalizada.

Del relato se deducen algunos principios. El primero ya queda expuesto: la conexión entre el Cristo y la reconquista. El segundo es la solemnidad con que se celebraba la procesión, a la que acudían "todas las corporaciones y autoridades". Y "el gremio de la asociación de mareantes", que atendía la imagen que albergaba la colegiata.

El tercero era el día de celebración: un domingo, tradición que perdura. Pero ha cambiado de fecha.

Por los datos documentados, ha habido tres. Inicialmente se celebraba en el mes de abril. Después se traslada al primer domingo de junio, comienzo del verano, y que agradaba al comercio local, porque propiciaba el adelanto de la llegada de veraneantes. Finalmente, en 1883, el Ayuntamiento la fija en el primer domingo de agosto, fecha que ya no se ha modificado.

Es evidente que Vigo celebra la procesión, cuando menos, desde 1809, en que la imagen se vincula a la Victoria de la que recibe su nombre. Pero es a partir de 1854 cuando se publica la primera crónica.

Por ese relato se conoce que, salvo en las fechas y en el recorrido, la esencia de la tradición no ha variado. "A las cinco y media de la tarde salía la procesión: la presidía el mejor orden, a pesar de ser inmenso el concurso". Delante de la imagen del Cristo "iba un grupo de personas ofrecidas... la mayor parte iban descalzas... habíamos visto en otras ocasiones a muchos infelices náufragos descalzos también y llorando".

Remataba aquella primera crónica: "La función del Santísimo Cristo de la Victoria, sino con la pompa y lujo de una corte, se celebró con aquel fervor que nos inspira la divina imagen... jamás ha sido tan concurrida".

Antes y después de aquel lejano 1854, generaciones de vigueses han participado, con fervor, unos, con respeto, todos, identificándose y sintiéndose más vigueses cada año, en una manifestación que por su sublimidad y estética deslumbra. "Sorprendía y admiraba", describe el viejo y anónimo cronista.

Como le ocurrió a la escritora Emilia Pardo Bazán cuando la contempló e inmortalizó en el artículo "Cirios", a comienzos del siglo XX.

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