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Joaquín Rábago.

Empresas de seguridad

De unos años a esta parte la industria de seguridad privada ha florecido en todo el mundo con su promesa de sumar eficacia a reducción de costes.

La mayor empresa del sector es actualmente G4S, el tercer empleador del sector privado del mundo, superado solo por la cadena de supermercados estadounidense Walmart y la multinacional taiwanesa de productos electrónicos Foxconn.

Con sede en las afueras de Londres, cerca de 620.000 empleados y oficinas en 125 países, G4S se ha encargado de la seguridad lo mismo de campos petrolíferos que de conciertos de rock, centros comerciales, cárceles e incluso de centrales nucleares y depósitos de armamento.

Según cuenta en un tan documentado como preocupante artículo el periodista Eric Schlosser en la revista The New Yorker, esa empresa, para la que trabajó durante casi nueve años Omar Mateen, el autor de la matanza en el club nocturno de Orlando (Florida) había sido avisada de la peligrosidad de ese individuo.

Mateen, de origen afgano, comenzó en ese Estado su formación como funcionario de prisiones, que no llegó a terminar porque, sintiéndose menospreciado por su condición de musulmán, había llegado a amenazar a sus compañeros de clase de que podía llevar a cabo una matanza como la ocurrida en 2007 en el instituto politécnico de Virginia.

Solo cinco meses después de su expulsión de la academia, fue contratado por la división estadounidense de G4S como guardia de seguridad armado, se le autorizó llevar un arma de fuego, y entre sus cometidos estaba el de cachear a los visitantes de un tribunal por si iban armados.

Schlosser se pregunta cómo es posible que la mayor empresa de seguridad del mundo empleara a alguien que durante casi diez años había amenazado en público con cometer un asesinato múltiple.

Según cuenta el periodista, compañeros de Mateen avisaron a su supervisor de que ese había hecho en reiteradas ocasiones observaciones sexistas, racistas y antisemitas, incluso había presumido de tener contactos con Al Qaeda, Hezbolá y otras organizaciones terroristas y expresado el deseo de morir como mártir.

Después de que profiriese amenazas contra un vice-sheriff y que la oficina de este avisase al FBI, la compañía de seguridad, en lugar de despedirle, le trasladó de puesto y, de modo incomprensible, pese a estar bajo observación de la Oficina Federal de Investigación, no se le retiró el permiso de armas.

G4S aseguró al autor del artículo que no estaba al tanto de la inclusión de su empleado en la lista de observación de posibles terroristas del FBI, afirmación que el periodista toma, sin embargo, con un grano de sal.

La multinacional de seguridad rehúye además toda responsabilidad en la matanza del club de Orlando porque, según explica, no ocurrió en horas de trabajo de su empleado.

El periodista denuncia en su artículo los bajos salarios que paga G4S a sus trabajadores -inferiores a los de las cadenas de comida rápida- y señala que G46 ha sido acusada de llevar a cabo todo tipo de recortes, preocupándose más de "su margen de beneficio que de la seguridad".

Y cuenta cómo en 2006, una investigación del Gobierno de EE UU concluyó que guardias de seguridad empleados por una división de G4S para proteger una central nuclear no prestaban la atención debida porque, obligados a trabajar hasta doce horas diarias cinco o seis días a la semana, estaban muchas veces cansados.

¿Ahorros y beneficios privados a costa de la seguridad de todos?

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