Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Aquí, como los de Bilbao

Los gallegos, que por algo son como los de Bilbao y nacen donde les da la gana, votarán a su gobierno autóctono el mismo día que los vascos. La decisión de adelantar las elecciones al 25 de septiembre tomada ayer por Alberto Núñez Feijóo ha enfadado a quienes consideran que Galicia debiera tener su propio calendario y no andar a remolque del lehendakari; pero tampoco hay porqué ponerse así. Será por almanaques.

En realidad, la celebración simultánea de comicios empieza a ser una de las muchas tradiciones gallegas (y vascas), si bien no alcanza aún la popularidad de la Fiesta del Marisco o la del Cocido.

Coincidieron ya las elecciones vasco-galaicas el 1 de marzo de 2009 y volvieron a hacerlo, por un mágico azar del calendario, en las del 21 de octubre de 2012.

Que cuadren también ahora es un signo de continuidad en la tradición, muy propio de dos pueblos tan conservadores -cada uno a su modo- como el vasco y el gallego. Si acaso, los puristas de aquí se quejarán de que sea el gobierno de Vitoria quien marque la pauta; pero conviene tener en cuenta que, por lo general, también sus traineras suelen ir por delante en las regatas norteñas de cada verano.

Visto el asunto desde una perspectiva más amplia, los gallegos (y los vascos) votarán a sus gobiernos antes que los americanos a su presidente, que también es el nuestro. Y hasta es probable que se adelanten a las terceras elecciones generales de España en menos de un año si, como parece, los cuatro jinetes del Apocalipsis que cabalgan en el Congreso siguen sin encontrar una solución aritmética al asunto.

Tampoco es cuestión de quién vota antes, sino de qué electorado deja más claras sus preferencias. El caso español, precisamente, ilustra hasta qué punto es inútil apresurarse a votar o hacerlo cada pocos meses si al final casi nadie cambia de opinión y el resultado sigue sin ser concluyente.

El único beneficiario de esa situación, aparte de la ciudadanía a la que no pueden recortarle nada, es Mariano Rajoy, que a este paso podrá ingresar en el Guinnes de los Récords como el presidente en funciones más duradero de la historia.

No es el caso de Feijóo, que en Galicia se juega la presidencia -como de costumbre- al todo de la mayoría absoluta o a la nada de obtener un escaño menos de los 38 que precisa. En las dos anteriores elecciones vasco-galaicas ganó la apuesta y quizá por eso ha querido echar mano otra vez del amuleto de la suerte que parece proporcionarle la simultaneidad con las votaciones en Euskadi.

Cualquiera que sea el resultado en esta ocasión, se excluye ya de entrada la repetición de elecciones. Pese a su fama de ambiguos a la hora de dar una opinión, los gallegos suelen ser bastante explícitos cuando se les pregunta por sus gobernantes, como bien demostraron al elegir durante años a Fraga y al dejar de elegirlo en el momento que les pareció oportuno. En uno y otro caso, no hubo la menor duda sobre quién debería formar gobierno; y tampoco la habrá presumiblemente ahora

Tan claros y hasta rotundos en este aspecto como los de Bilbao, los votantes de Galicia no plantean otra incógnita que la de saber si refrendan a Feijóo o se inclinan por un gobierno de amplísima coalición de izquierdas. Aunque, al final, el presidente que en realidad importa y manda aquí es el que elijan los americanos en noviembre.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

Compartir el artículo

stats