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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

¿Qué prisa hay por tener gobierno?

El paro acaba de caer a niveles de hace seis años, la gente empieza a gastar algo más y hasta el clima ha mejorado en este primer verano sin gobierno; pero aun así hay gente a la que le corre prisa tener alguien que le mande. Como si no se pudiese vivir la vida en funciones, con el país al cargo de un grupo de interinos.

Por mucho que afine la oreja, uno no acaba de oír los clamores del pueblo exigiendo que se constituya un gobierno cuanto antes. El personal anda más bien por las playas, en el curro o buscando un empleo de temporada, como es lógico. Salvo en los programas de la tele italiana de España, donde los tertulianos se acaloran como corresponde a esta estación del año, nadie parece especialmente preocupado por el dato a todas luces anecdótico de que no haya un gobierno en firme. ¿Qué prisa hay, si todo sigue funcionando como de costumbre o incluso mejor?

A favor del mantenimiento del actual statu quo parece estar incluso el presidente en prórroga Mariano Rajoy, que es político de mucha pausa y por tanto conoce las ventajas de no apresurarse si no hay razón para ello.

Rajoy, que acaso esconda un anarquista bajo su apariencia de político conservador del siglo XIX, le ha pillado el gusto a su papel de gobernante interino. Es natural. Nada debe haber más placentero y descansado que ser presidente de un gobierno al que le está vedado gobernar, sin una oposición que dé la lata en el Congreso y libre de obligaciones engorrosas tales que preparar decretos, leyes y otras disposiciones que en general molestan al ciudadano.

De esa posición, tan próxima al nirvana, pretenden sacarlo arteramente los líderes de los partidos adversos al suyo; pero el de Pontevedra resiste con su conocida flema. Tanto es así que, en realidad, se ha limitado a aceptar el encargo de formar gobierno que le hizo el Rey, pero sin dar la menor garantía de cumplirlo. "Si tengo los apoyos necesarios puede pasar una cosa; y si no los tengo, pueden pasar dos", dijo en su momento de mayor claridad ante los plumíferos que le exigían aclararse.

Cuando uno de ellos insistió, ya a la desesperada, en preguntarle si se presentaría a la investidura en el caso de no llegar a los pertinentes acuerdos con otros grupos, Rajoy se limitó a constatar que esa era "una buena pregunta". Y, como es habitual, no la respondió. "No conviene", dijo, "adelantar acontecimientos: y mucho menos en circunstancias como estas".

Traducido a la peculiar jerga galaico-británica del presidente, esto quiere decir que por una parte ya ven ustedes lo que hay: y por otra, ¿qué quieren que les diga?

Todo sugiere que a Rajoy no le preocupa en absoluto, sino todo lo contrario, la eventualidad de que una negativa de los partidos de la oposición a facilitarle el gobierno acabe por forzar unas terceras elecciones. En el peor de los casos, eso supondría otra prórroga de varios meses al mando de un cómodo gobierno interino; y en el mejor, un aumento en la recaudación de votos que, en tiempos de incertidumbre, tienden a refugiarse en opciones conservadoras como la suya.

Coincide inesperadamente en esto el moderado Rajoy con los libertarios que abogan por la ausencia de gobierno o, de no poder ser, el menor gobierno posible. La caída del paro y la mejora de la economía en estos meses de interinidad parecen darles la razón a las dos partes. Si hasta hace mejor tiempo desde que no hay gobierno?

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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