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Pedro de Silva

Tronar es poder

Mientras, tumbado en el arenal, observo a mucha distancia las evoluciones de las aeronaves sobre otra playa, en la exhibición aérea de cada año, con una prodigiosa demostración de los helicópteros de la Patrulla Aspa, me dejo seducir por su trabajo extremo, pero ya antes lo había sido por el estruendo de un reactor cazabombardero, y había echado de menos el ruido redondo y hueco del T-6 Texan. Mucho antes de que fueran llegando los aviones las aves ya estaban alteradas, y las gaviotas volaban despavoridas hacia el interior, como si supieran que este domingo tocaba alarde humano. En los escasos lapsos de silencio se oían muy al fondo los voladores de una fiesta de barrio. El ruido nos convoca, nos congrega, nos reafirma y es nuestro principal signo externo de poder. Hay un confort de estatus en el gran ruido, y uno, incapaz de prohibírselo a las células, debe conformarse con tomar nota.

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