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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El conflicto

Así pues, dicho como opinión personal, no parece que el presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo haya escogido el momento más oportuno para abrir oficialmente un conflicto con la de Marín. Cierto que la tensión estaba cerca de límites máximos después de que una de las navieras más importantes cambiase de aquella a esta la base de sus operaciones, pero aún así el asunto puede ir todavía a peor, desbordando además ciertas cautelas.

Lo que ha hecho el señor López Veiga -que es un político tan honesto como impulsivo, lo que le ha dado amigos y sobre todo enemigos-, que es acudir al Tribunal de Defensa de la Competencia, tiene sentido en la defensa de lo que le está encomendado, pero al tratarse de un choque entre entes dirigidos por compañeros de partido, y en víspera electoral, plantea flecos que no son deseables, políticos y personales. Y menos aquí, donde a tantos se les hacen los dedos huéspedes a la mínima ocasión.

El largo escrito -48 folios no son pocos- en que el presidente portuario vigués expone su reclamación incluye razones objetivamente ciertas y alude a otras que pueden estar en el origen del conflicto, lastran la competitividad del Puerto de Vigo y exigen soluciones ágiles y generosas; no sólo ya por interés de una parte, sino porque su satisfacción puede abrir perspectivas mejores para todos. Pero aún así es una cuestión compleja y un problema para quienes habrán de decidir. O sea, un inoportuno "marrón" para los que en el fondo, a estas alturas piensan más en los votos que estarán pronto en jueguen otra cosa.

Dicho todo ello, y a la espera de añadidos que sin duda serán obligados en los próximos días, la situación -a la que se añade otra decisión posterior de más navieras llevándose sus puntos de escala de cruceros de Vigo a A Coruña- sugiere la urgente necesidad de que no ya un Tribunal, sino la autoridad política repase el conflicto con perspectiva de país y busque salidas. Porque si algo no necesita Galicia es una bronca -como la que agitó las terminales aéreas- en los puertos.

Y dado que la ocasión la pintan calva, y para evitar que cualquier intervención haya de ser siempre personal del presidente -que tiene la decisión, junto al Estado, pero no la obligación, y el desgaste, de asumir los prolegómenos- le toca por ejemplo al conselleiro de Economía Francisco Conde abrir su plan de coordinación de infraestructuras, que tan bien sonaba cuando se presentó, deshaciendo este lío. Ahí tiene una oportunidad excelente en un asunto que le va como anillo al dedo; habrá que ver qué decide y si está a la altura. Muchos creen que sí: ya se verá.

¿O no...?

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