Hay quienes sostienen que el PSOE está eligiendo el camino más largo para finalmente abstenerse en la investidura de Rajoy. Probablemente sea la única salida: ello o la repetición de elecciones. Apenas se especula, tras la falta de entendimiento con Podemos, en la posibilidad de que Pedro Sánchez puede postularse como ya hizo antes pero con menos apoyos si el presidente en funciones vuelve a declinar ante el Rey. No es la opción que prefieren los dirigentes históricos del PSOE, que ya se han pronunciado claramente a favor de que gobierne el PP, ni muchos de los barones territoriales libres de ataduras con la izquierda indigente. No, pero...
En cualquier caso y para evitar la tentación de que los nacionalistas que asombrosamente han apoyado a Rajoy en el Congreso puedan alumbrar una segunda alternativa con Sánchez que no hace mucho todavía agitaron, Albert Rivera tendría que sacudirse el desconcierto que transmite y apoyar un Gobierno del Partido Popular con condiciones. Las que quiera, siempre y cuando sean asumibles. El PSOE que, por ahora, prefiere permanecer en el limbo dejándole la iniciativa de apoyar la investidura de Rajoy a Ciudadanos y nacionalistas, debería, a su vez, abstenerse apelando, como principal alternativa democrática que es, a la responsabilidad de Estado.
Mariano Rajoy está dispuesto a jugarse el órdago de las elecciones, consciente de que una tercera convocatoria de las urnas en un año le sería favorable. Pero nunca se sabe. Tampoco conviene tentar la suerte. La clase política española sufriría el mayor descrédito de la reciente historia democrática, no ya solo para los electores hartos de que los políticos acudan a ellos para resolver sus problemas partidistas sino también en el exterior.
