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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El tiovivo

A estas alturas es casi seguro que no han de faltar entre los observadores -incluso los más cercanos a esas siglas- la sensación de que Podemos y sus actuales, y probablemente futuros -aunque todavía no es seguro- aliados de En Marea se han subido al tiovivo y no paran de dar vueltas sin llegar a ninguna parte. El debate versa sobre si habrá coalición electoral para las gallegas y, de darse, en qué condiciones se haría y bajo qué programa.

A todas esas dudas, que no son pocas, habría que sumar otra de tan grueso calibre que quizá resulte decisiva: con quién contaría como candidato a la Xunta. Voluntarios no abundan, aunque tampoco les faltan; lo que sucede es que casi -y se emplea el "casi" para evitar los maximalismos- todos los disponibles carecen de curriculum suficiente o experiencia política bastante para aspirar a un puesto de tamaña responsabilidad y exigencia.

Sea como fuere y como acabe, si el tiovivo en que están metidos algunos partidos de los que hasta no hace mucho bramaban contra los sucursalismos y la dependencia de terceros se mantiene girando -y sobre todo si lo protagoniza Podemos-, apenas le quedará margen a los "anticolonialistas" para, en el presente o en el futuro, insistir en los antiguos postulados. Y, desde luego, habrán hecho, de cara al público sobre todo, el canelo a fondo.

Y no se trata de criticar porque sí. La actitud de los discípulos de Pablo Iglesias, en sus diferentes versiones oficial y crítica, ha demostrado para con sus socios gallegos de las generales no sólo desdén en el Congreso a la hora de formar Grupos, sino falta de respeto en su propia Tierra: lo prueba el "plantón" que dieron a los alcaldes de Santiago A Coruña y Ferrol, que querían aclarar ciertas cosas.

Claro que como no hay mal que por bien no venga, quizá ese "plantón" pueda resultar beneficioso para reflexionar. Porque lo que en su día motivó la confluencia en la que participaron los podemitas y los mareantes, que era sumar votos para encarar mejor la "lucha final", tiene a día de hoy perdida gran parte de su razón. Y quien lo dude que repase con cuidado los resultados del 20/D y el 26/J y las circunstancias respectivas.

Es probable que el repaso llevase a la conclusión de que el factor de rebeldía hasta cierto punto revolucionaria y el impulso casi improvisado de la novedad haya dejado de jugar un papel decisivo ahora que son partidos "clásicos", con sus ambiciones y líos internos. Si es así, o están en ese camino, Podemos ha dejado de jugar el papel que se esperaba, y probablemente en Galicia más aún. En esas condiciones, dejarse humillar es, política y electoralmente, un mal negocio.

¿No...?

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