Es cierto que Ourense marca tendencia, sobre todo en la moda, también en los vinos, y en otros ámbitos, pero por desgracia se especializa en ese circo político que traspasa fronteras. ¡Pena, penita, pena!, que diría la copla. Y lo peor de todo es que las previsiones no hacen más que alentar ese desorden con despropósito que se instaló en una provincia rural que se desangra entre la despoblación y el envejecimiento. Pero lo importante son las ocurrencias, los chascarrillos y...la tontería con certificado institucional. La confluencia de los astros perturbadores de inteligencia necesaria irradian por todos los poros políticos. Muchos; de uno y otro lado ideológico, se rasgarán las vestiduras por las críticas, repartiendo reproches que muestran la miseria a la que abocan a un territorio con riqueza, potencialidades, y valores que se marchitan por esa contaminación y toxicidad a la que están sometidos. Y se rebotarán ante las críticas. Son los políticos de piel fina, cara dura y lengua larga y acuchilladora. Con ellos no va, su fundamentalismo de posicionamiento conduce a dinamitar los pilares de servicio público, para poder alimentar ese personalismo de poder y también de oposición. Y que decir de los palmeros de pago... que acabe la función.