El atentado de Niza se inscribe en una dinámica de odio político activado por las redes (a)sociales. Por supuesto, hay múltiples y minuciosas manifestaciones de odio, con causas diferentes, sin que las redes sean condición necesaria ni suficiente. No obstante, la tecnología digital alimenta y potencia la desinhibición de sentimientos malsanos que mi generación no había conocido con tanta amplitud y generalidad. Y a cualquier escala, de la personal a la social o política.

Adolescencia síquica

Para quienes se lo proponen y disponen de medios, las redes sociales son un laboratorio planetario desde el que puede ejercerse la manipulación de conciencias y opiniones. No pocos terroristas han sido captados y adoctrinados mediante teorías conspiranoicas del complot que circulan en Internet. Es asimismo cierto que frecuentan principalmente las redes los adolescentes. El problema de nuestra época, dentro y fuera de las redes, es que la adolescencia dura hasta los ochenta años como bien muestra un torerillo perfilero del nazionalitarismo que a esa edad aún porfía, el pobre, por ser presidente de Galicia, ensoñado en una alucinación que le lleva a confundir sus deseos con la realidad de lo que es este país. Ese es el núcleo de la inadaptación adolescente: el desacoplamiento entre deseo virtual y realidad factual.

Sucede que para entender los mecanismos de manipulación que se ejercen sobre los adolescentes hay que entender la relación de estos con la red. La relación de un ser humano (adolescente o no) con un objeto concreto (objeto material o conceptual) se tensa entre dos polos. Por una parte, un polo virtual constituido por las expectativas idealizadas, por lo que ese ser humano imagina anticipadamente respecto al objeto, por sus prejuicios o preconcepciones. Por otra, un polo actual nutrido de percepciones sensoriales. Intentando articularlas, la acomodación del ser humano a la realidad gravita en un tira y afloja permanente entre ambos tipos de representación. Esta es la dinámica que nos permite, si se despliega correcta y oportunamente, la adaptación a la realidad, es decir, a las informaciones que los sentidos proporcionan respecto al estado del mundo, del entorno. Dicha articulación necesita, evidentemente, que seamos capaces de aceptar que el mundo, del que formamos parte, sea diferente de las anticipaciones que previamente nos forjamos, no pocas veces caprichosamente, a su respecto.

En la adolescencia no siempre es fácil dicha aceptación. Una persona de ochenta años seguirá teniendo mentalidad adolescente hasta que entienda que la realidad no se adaptará a sus ensoñaciones. Lo vimos con los votantes de Syriza en Grecia. Se comportaron como adolescentes creyendo ingenuamente que era suficiente negar la realidad para que fuese substituida por otra a conveniencia de sus deseos.

Facetas de la realidad

Algo parecido sucede con las formas de comunicarse que ha generado la era digital. Hasta hace poco era habitual designar como virtuales (es decir, no reales) los intercambios intermediados por las tecnologías numéricas pero actualmente se tiende a invalidar este enfoque. La razón es simple, los intercambios -en Facebook o en un blog- son tan reales como los que se realizan cara a cara aunque sean de distinta naturaleza. Se puede llegar a odiar a alguien que no hemos visto nunca, ni nos ha dirigido la palabra, con tanta fuerza o más que si nos hubiese insultado de viva voz. Las tecnologías informáticas organizan nuevas formas de presencia del otro. Ello no justifica sin embargo que se abandone el término virtual ya que ayuda a entender la complejidad de nuestra relación con la realidad, con o sin pantalla, y la particularidad de las relaciones que establecemos, realmente, virtualidad mediante.

Ciertamente, la relación virtual con los interlocutores, complementaria a las representaciones perceptivas, existe desde hace mucho tiempo, facilitada por la utilización de medios de comunicación a distancia, como el correo o el teléfono, que permiten comunicar con alguien que nunca hemos visto, con mayor intensidad, a veces, que con un partenaire de carne y hueso. Pero las interfaces numéricas intensifican y exacerban la relación.

Si bien se mira, el adolescente vive en la idealización de su futuro y de su entorno, sin concretarlo, sujeto a la prueba de fuego de la realidad. Su vida síquica presenta por tanto cierta similitud con el mundo numérico en el que todo está en suspense reversiblemente. De ahí que el adolescente se encuentra muy a gusto en el mundo virtual de las redes. En ese contexto, muchos prolongan la adolescencia. Con el paso del tiempo, a la personalidad anclada en la adolescencia le cuesta aceptar que la realidad no corresponde a las perspectivas que se forjó. Fue el caso, insisto, del electorado infantilizado pastoreado por Tsipras y su equipo en las redes. Creyeron ingenua y fanáticamente -contra toda lógica elemental- que el voto (realidad virtual que chocaba con la realidad factual de la disponibilidad de fondos) iba a actuar como un encantamiento y que el maná del gasto público se vertería sobre ellos. La realidad es otra: no basta votar para que nos traigan el sobre a casa aunque algún demagogo lo prometa. En la actualidad, la realidad se ha impuesto a la mentalidad adolescente y Tsipras y Syriza se evaporan, ahora sí, por encantamiento.

Desgraciadamente, al calor de ciertas circunstancias, cuando el entorno del adolescente no corresponde a lo que espera y anhela se levanta contra el mundo. Para el adolescente frustrado en sus expectativas la culpa es siempre del otro. Del Estado español, de Bruselas, de Merkel, de Rajoy, de EE.UU, de la prensa, etc. A veces, excepcionalmente, el adolescente tiene razón. La astucia de los demagogos consiste en saber explotar políticamente la excepcionalidad.

En definitiva, la salida de la adolescencia consiste en despegar de la representación mental de un mundo de elfos que no existe. Hoy día, no es mala decision abandonar la interacción virtual de las redes para enfrentarse cara a cara con la otra realidad. En esta, la madurez lleva a la concienciación, con frecuencia dolorosa al tiempo que salvífica, de que no existe el free lunch. Salvo caso de fortuna y suerte desigual solo se obtiene aquello que se gana a pulso, con esfuerzo y sacrificio. Paralelamente, fuera del mundo virtual, en el exterior de las redes, el insulto, el acoso y la violencia no suelen resultar impunes.

Entre nosotros

Además de prolongar la mentalidad adolescente, las redes son vectores de otro fenómeno incluso más pernicioso: el adoctrinamiento sectario y la expansión del odio.

Aunque de menor importancia política y social que lo ocurrido en Niza no son menos indicativos de la potencia obsesionante del odio entre nosotros los comentarios que han vertido en las redes sociales el edil de Xuventude y Voluntariado de Cangas de Morrazo, 23 años, y dos acólitos. Odio espeso, odio asesino, odio primitivo que soltaron por la borda en Facebook y Twitter como si previamente hubiesen bebido por pajita varios litros de bilis porcina. Sus digitales exabruptos cargaban tanta violencia - clara y directamente- que la Guardia Civil los puso a disposición judicial. La GC no tuvo más remedio que detenerlos -quedando en libertad, de momento- bajo acusación de incitar al odio y violencia contra personas relacionadas, fundamentalmente, con el ámbito político de las distintas administraciones públicas, víctimas del terrorismo y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Sin sorpresa, uno de los blancos fue Gloria Lago -siempre lo es, siempre la acosan- a quien los susodichos sietemachos dedicaron el consabido pim, pam pum que, por supuesto, nos merecemos todos los fachas (¡Qué gran arrojo moral, amigo mío, qué enorme coraje moral tienen tus chavales, poeta, campeón!)

Los jarraiciños en agraz pertenecen a una organización política tan independentista como marginal que expende certificados de militancia a cualquiera que odie suficientemente a España por muy insignificante que sea su envergadura intelectual o moral. Para ascender, para llegar a concejal en Cangas, verbigracia, es suficiente ameritarse con acciones y declaraciones antiespañolas, grandilocuentes y odiosas a más no poder. Con eso llega. Dadas las circunstancias, el alcalde, de distinta militancia, sacó hierro al asunto declarando que podría tratarse simplemente de una niñería. No me parece mal el paternalismo del alcalde, señor Pazos, si bien implica el reconocimiento de que algunos elementos del consistorio tienen una edad mental de preadolescentes. Ello apunta a cierta confusión de papeles entre alcalde y niñera.

Asimismo, este caso muestra, una vez más, que el entorno nazionalitarista se recrea por insistencia en la manipulación agresiva y el exhibicionismo de la victimización. Según ese entorno, los tres elementos de marras son unas pobres víctimas de la Ley mordaza y la conspiración orquestada desde Madrid contra el nacionalismo democrático. Otrosí, el caso de Alba González Camacho, Loba Roja, que pidió en Twitter la muerte de Rajoy a manos del Grapo. Y después se presentó, y la presentaron, como víctima en la misma red social. O el caso de Guillermo Zapata, concejal podemita de Ahora Madrid, gracioso antisemita, sacado por los suyos en procesión en tanto víctima de la persecución derechista contra la libertad de expresión.

Ignoro hasta qué punto el ordenamiento jurídico garante de la libertad de expresión ampara injurias, insultos, vilezas e incitación a la violencia que, con el propio nombre o parapetándose detrás de un seudónimo, vierten en las redes tuiteros, mental o espiritualmente enfermos de odio, contra una persona, institución o colectivo. Lo que no ignoro -por el contrario, tengo muy claro- es que la escalada de odio verbalizado que facilita Internet pone en peligro la convivencia. El odio encapsulado en múltiples mensajes es sintomático de degeneración mental y moral -niñerías, les llaman otros- e imposible de desactivar racionalmente, como todo lo que concierne a las fobias obsesivas, al soterrarse en espesos instintos tribales, nocturnos, encadenados a oscuras mazmorras mentales, inaccesibles a la luz de la razón. Uno sospecha, además, que en ese excurso cejijunto sedimentan varias generaciones de sífilis y alcoholismo. Aunque después vengan los predicadores burocratizados a dar cobertura teórica al odio, amparo ideológico a la imbecilidad y al fanatismo y justificaciones políticas a la conspiranoia.