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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

'Postureo' y toreo de salón

Estamos en el inicio de una nueva legislatura con el firme propósito de formar un gobierno que sea grato a los mercados. La anterior fue tan corta que no dio tiempo de hacer una maldita ley, ni un decreto, ni una simple orden ministerial. En el poco tiempo que duró, los partidos se afanaron en el postureo, palabro que no está en ningún diccionario pero que se ha puesto de moda y se repite continuamente como una comida con excesivo aditamento de ajo.

El postureo viene a ser algo así como el toreo de salón cuando el maletilla que se inicia en el arte de Cuchares se enfrenta a una cabeza de toro con ruedas para practicar los lances sin el peligro de que un poderoso bicho con cinco hierbas le meta una cornada y lo mande a la enfermería. Los políticos, como los maletillas, gustan de hacer estos ejercicios y se arriman al carretón (así se llama el toro con ruedas) de la problemática general con mucho retorcimiento de cuerpo y alardes de fingida valentía. En esa circunstancia dar pases de todas las marcas es cosa tan fácil como hacer promesas durante la campaña electoral y luego no cumplirlas (véase sino la subida del impuesto de sociedades que anuncia el ministro de Economía en funciones después de jurar que no subirían los impuestos en caso de llegar nuevamente al gobierno).

Después de las elecciones del 20 de diciembre del pasado año, los partidos (todos) se entretuvieron en el postureo y en ocultar sus bazas y la brevísima legislatura concluyó sin gobierno y con una nueva convocatoria electoral que ha dejado las cosas casi como estaban, pero con una más desahogada posición para el partido de don Mariano Rajoy que ganó 14 diputados. El problema que tenemos ahora es que el postureo ante el toro con ruedas ya no vale y por la puerta de los sustos van a empezar a salir animales de media tonelada de peso con unos cuernos afilados y aviesas intenciones.

Y uno de los primeros, los presupuestos generales del Estado que son los que orientan, resumen y (muy importante) financian la política de cualquier gobierno. Después vendrán las pensiones, la financiación de las comunidades autónomas, la reforma educativa, la reforma laboral, las tentaciones secesionistas, los nuevos recortes exigidos por la Unión Europea, y así sucesivamente. Para hacer frente a todos esos, y otros, asuntos de especial entidad es necesario que hagamos un gobierno que resulte grato a los mercados. Por lo que se dice, a los mercados les gustaría primero un gobierno de coalición formado por el PP y el PSOE, después un gobierno de esos dos más Ciudadanos, y por último, si no hay más remedio, un gobierno en minoría del PP, con Ciudadanos y Coalición Canaria que quedaría a 6 escaños de la mayoría absoluta y gozaría de un cierto margen para maniobrar con apoyos o abstenciones puntuales.

La principal dificultad para darle satisfacción total a los mercados reside en el incómodo papel que se le asigna al PSOE como colaborador explícito de las dos primeras fórmulas y, por tanto, muy alejado de su antigua trayectoria política como partido de izquierdas. Y más aún cuando tiene en Unidos Podemos una coalición que le disputa el espacio.

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