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Rajoy y Rivera se reunieron. Así están las cosas, que las reuniones son noticia. Nos va a matar tanta luz y tanto taquígrafo. El líder de Ciudadanos se negó a dar la mano a Rajoy, dicen algunos titulares de los de a bote pronto, web apresurada y corre-corre. Se negó más bien a dársela una segunda vez cuando ya estaban sentados y ya se la habían estrechado. Los fotógrafos y cámaras pedían más y más, y una segunda ronda de chocar manos y póngase otra vez de pie. Rivera dijo que no y Rajoy hizo como que la cosa no tenía importancia. No hubo segundo apretón. Frase esta que por cierto adoran los que padecen de vientre suelto.

El hombre empezó a dar la mano para asegurarse de que el otro no llevaba armas. O tal vez esa es la creencia que un maestro con inclinación al anisado y las leyendas nos metió en la mollera de pequeños. Le dimos no solo la mano, si no también un abrazo, al irnos del colegio.

Sánchez también negó la mano a Rajoy. Vamos a empezar a pensar que le suda. Bien distinto a que se la suda. Luego no nos quejemos si el presidente en todo esto de la gobernabilidad se lava las manos. Lo de Sánchez fue más desaire. Un desaire estudiado y con un punto de mala baba, como intentando dar a entender que deja derrotado a un caballero demodé. Pero la Educación nunca pasa de moda. Sí es cierto que en algunas temporadas se lleva más que en otras. En la España del 36 se llevó poco, por ejemplo. En Versalles se llevó mucho, pero los franceses son muy capaces de darse los buenos días y luego cortarse la cabeza. Las que querían dar el paseíllo a María Antonieta estaban hasta última hora en palacio suministrándole con gentileza galletitas de jengibre, que es una cosa también como de tebeo americano de los setenta o de Navidad en Majadahonda.

Se avecinan más entrevistas entre líderes políticos. Ignoramos si llevarán las manos prestas o remisas. Con lo que en este país hemos sido de palmaditas en la espalda y ahora parece que da pereza sacarla de los bolsillos. Se dan guantás sin mano. Es un mano a mano sin extremidades. Un pulso bronco sin enseñar la zarpa. Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, dice el tópico. Hay que dar de mano en la fábrica de tópicos. El espectador político espera los telediarios por ver quién le ha negado la extremidad prensora, que nos diferencia de otros bichos, a un semejante. A fin de cuentas gobernar es cosa de políticos, que se pasan la vida pensando en cómo no trabajar con las manos y vivir del cuento o de las ideas. Vigile a su líder favorito. Regálese si hace falta un manual de urbanidad y buenas maneras. Siempre hay que tenerlo a mano.

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