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Las casas de apuestas nunca se equivocan

No es de extrañar que el cutrecillo Farage no tuviese "absolutamente ni idea" de lo que podría ocurrir tras el "Brexit". En realidad, dada la total falta de precedentes, nadie lo sabía. No lo sabía el excéntrico Boris Johnson, que se veía destinado a varear el árbol de Cameron y recoger la nuez. Cuando creía que ya era el candidato in pectore para suceder a su antiguo compañero de Eton, los "tories" le dijeron que el traje le viene grande y lo dejaron solo. No lo sabía el euroescéptico laborista Corbyn, quien contaba con ponerse de lado en campaña y no pagar precio alguno por no haber defendido con ímpetu la permanencia. En pocos días se ha visto inmerso en una revuelta que, presumiblemente, le impedirá celebrar en septiembre su primer aniversario al frente del laborismo.

Tampoco sabían nada en el bando de la UE, donde la decisión de Cameron de congelar el proceso hasta otoño les pilló a contrapié. Y así, cuando Merkel pedía calma, Hollande reclamaba diligencia y, al final, con Alemania aprovechando para proponer más austeridad y menos Comisión, los nuevos 27 se han tenido que ceñir a la exigencia de claridad. Porque ya se les congestiona la sien con el batiburrillo de reacciones británicas: cuatro millones de peticiones de segundo referéndum, autonomía reforzada para Londres, independencia de Escocia, reunificación de Irlanda, fronteras para la gente pero no para bienes y servicios? Y así hasta la cuadratura del círculo: un segundo referéndum dentro de unos dos años, cuando Londres y la UE pactasen el marco de la salida y lo sometiesen a la aprobación de los británicos. Ole.

Por increíble que parezca a quienes no hayan detectado que la improvisación es la madre de la política, nadie sabe nada. Así que, mientras se levantan las brumas, habrá que acudir a las casas de apuestas, que, aunque parezca lo contrario, nunca se equivocan.

Por supuesto, hubo quien, en la estela del descalabro de las encuestas, hasta pensó en pedir cuentas a "William Hill" o "Ladbrokes". ¿Por qué daban el 76% de probabilidades a la permanencia el día mismo de las votaciones? Para los que nunca se hayan acercado a un concurso hípico a pasar la tarde, 76-24 no era un augurio. Era, simplemente, la relación porcentual entre el dinero que se apostaba a una y otra opción.

En plata: de cada cien libras apostadas, 76 compraban boleto de permanencia y 24 compraban boleto de salida. Lo cual, simplificando y olvidándose de impuestos y comisiones, deriva en que si triunfaba la permanencia, las 76 ganadoras se repartían las 24 perdedoras. Y al revés, si se imponía la salida. ¿Vamos estando? Ahora, dividan 24 entre 76, y sabrán por qué las apuestas por la permanencia se hubieran pagado a 1,32 libras por libra apostada. Si, en cambio, dividen 76 entre 24, sabrán por qué el "Brexit" se pagó a 4,16. Para que les salgan las cuentas, no olviden que quien gana recupera lo jugado.

Una sutil diferencia entre una casa de apuestas y un colegio electoral radica en que en la urna sólo se puede meter una papeleta, mientras que en el mostrador se pueden comprar varios boletos de diferentes opciones. De modo que, en el caso de apuestas binarias -o A o B-, se pueden incluso hacer cálculos muy afinados y saber cuánto se ganaría con el triunfo de una opción y cuánto con el de la otra. Y esto no sólo depende de la cotización de cada palo sino de cuánto esté dispuesto a gastarse el jugador.

En suma, las apuestas solo reflejan estados de ánimo de los apostantes, o sea, de quienes mueven dinero con la intención de hacer dinero. Y lo que nos dicen las británicas del pasado día 26 es que el dinero apostaba a la permanencia. Por eso, en las horas previas a la votación, confluyeran las apuestas, la cotización alcista de la libra y la remontada bursátil. La equivocación, claro, vino de quienes solemnemente declararon: "El dinero dice que no hay "Brexit" y el dinero nunca se equivoca". Y créanse que fueron miles. De ahí el actual desconcierto.

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