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El pueblo más bonito de la provincia

El primer concurso provincial de embellecimiento de pueblos, iniciativa extraída de la ordenanza de turismo de 1956, se saldó con un fracaso más que patente. El jurado calificador no tuvo ningún empacho en culpar a los ayuntamientos y a los alcaldes, de aquel fiasco tan grande.

"No solo no han aportado directamente las realizaciones que se trataba de estimular con su convocatoria, sino que tampoco han promovido y alentado la participación de grupos de vecinos y particulares". Personajes tan poco sospechosos como Antonio Puig, Prudencio Landín, José Mª García-Cernuda, José F. Filgueira, Antonio Lombos y Julián de Zulueta, firmaron aquella contundente acta.

El jurado declaró desiertos tanto el primero como el segundo premio, y sus importes respectivos pasaron a engrosar la siguiente convocatoria. Entre los galardonados con premios menores destacaron el grupo de viviendas San Pelayo, de A Estrada, cuyos vecinos transformaron en jardines los patios de sus viviendas; el Ayuntamiento de Redondela por el cuidado de su Alameda; y las hermanas Pastora y Claudia Roldán Otero, de Pontevedra, por la ornamentación de su casa en la calle Manuel Quiroga 20.

Todos hicieron votos por una implicación mayor en la segunda edición y los premios más importantes elevaron sus cuantías a 100.000 y 50.000 pesetas, que era todo un dineral. Sin embargo, volvió a ocurrir tres cuarto de lo mismo: ningún concursante mereció tan altas recompensas por una implicación apenas discreta.

La cara que puso don José González-Sama en su primera acción importante como sucesor de Fernández Martínez al frente del Gobierno Civil, fue más de lo que su ego podía admitir. Algunas veces en el franquismo ocurrían estas cosas fuera del guion establecido. Solo a veces.

La falta de colaboración puso al descubierto que la apuesta por el turismo resultó una ardua tarea, no siempre bien comprendida.

A la tercera edición fue la vencida y el jurado otorgó con todo merecimiento el primer premio para pequeños municipios al Ayuntamiento de Vila de Cruces. Las hermanas Roldán Otero repitieron distinción por el cuidado de su casa en el corazón de esta ciudad.

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