La verdad es que todo lo relacionado con la integración de la alta velocidad , sobre todo, esa estación intermodal, es el mayor laberinto de entendimiento que los ciudadanos tienen que recorrer. Lo único que está claro es que circulan más protocolos que trenes por las vías, y a cada cual más maravilloso. Y que decir del proyecto de Sir Norman Foster. Un culebrón de muy padre y señor mío. Desde aquel concurso con túneles de sombras, con elección adelantada del proyecto, que luego fue calificado de "faraónico" y con un coste que rondaba los 300.000 millones de euros, a la nueva realidad. Ahora, y también por vía de protocolo, se mantiene el proyectista, dicen que después de una negociación de "ajustes" de costes, que lo sitúa en algo más de 100 millones de euros, y adaptación a la realidad, pero sin ser ese "alpendre" al que alude el socialista Barquero. Pues en esas estamos, con el AVE a vueltas y revueltos los grupos políticos en esas habituales confrontaciones que definen unos y a los otros. Y como es habitual, de pronto sale a escena los de si son protocolos o convenios. Declaración de intenciones o compromisos con partida presupuestaria. El enredo sigue, en eso sí son constantes los políticos.