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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Nueva economía antisistema

Cierto alcalde de Barcelona, famoso por pagarles el alquiler a un grupo de okupas, financiaba también con fondos municipales el sueldo de un líder antisistema en la oenegé que le tenía en nómina. Este flujo de dinero entre el sistema y quienes lo combaten ha de ser, tal vez, el fundamento a todas luces revolucionario de la nueva economía.

De izquierdas o preferiblemente de derechas, los alcaldes y los gobernantes en general podrían sumarse a esta nueva tendencia. La idea consiste en ponerles piso y/o sueldo a los luchadores contra el corrupto régimen capitalista para que se estén tranquilos y no les hagan escraches. Se crean así novedosísimas figuras como la del okupa subvencionado o la del antisistema a sueldo del sistema.

Las dos partes salen beneficiadas en el intercambio. Los políticos, porque se aseguran -hasta cierto punto- que los indignados por la hipoteca no les revienten los mítines o los actos de inauguración de obras. Y los antisistema, porque obtienen a cambio unas rentas que, aun siendo módicas, les permiten seguir en la lucha y, si hay suerte, entrar en las cuantiosas nóminas del sistema propiamente dicho.

La propia alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, hizo carrera -política, naturalmente- como destacada líder de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Pero no fue ella, sino su antecesor, el burgués Xavier Trías, quien acordó pagarles el alquiler a algunos okupas y subvencionar a la oenegé que daba empleo -entre otros- a la que luego sería su sucesora en el cargo.

El caso es que los okupas estaban en perfecto sosiego mientras el Ayuntamiento les pagaba el alquiler, la luz y los gastos del local que habían incautado a un particular. Este último tampoco se quejaba, como es lógico, dado que recibía puntualmente su renta mensual de las arcas públicas.

Tan pronto les retiraron el momio (y se lo retiró, paradójicamente, la actual alcaldesa), los antisistema montaron la de San Quintín en las calles. Es natural. Sus técnicas de intimidación se parecen extraordinariamente a las de ciertas honorables organizaciones sicilianas, aunque en su caso se trate de cumplir con altos ideales solidarios. Y la solidaridad bien entendida empieza por uno mismo, como bien se sabe.

No se trata de una novedad en sentido estricto. El Gobierno lleva años haciendo lo mismo -solo que a mucha mayor escala- con los sindicatos, así de trabajadores como de patronos. Les transfiere anualmente buenas sumas por vía directa y/o a cuenta de cursos de formación, tal vez con la razonable esperanza de que los subvencionados mantengan la paz social. Como en apariencia ocurre, por otra parte.

La idea no puede ser más ingeniosa, aunque pudiera tener alguna contraindicación. Si los aguerridos luchadores contra el sistema descubren, un suponer, que el mentado sistema es un generoso proveedor de fondos, ese ejemplo podría animar a ciertas gentes marginales a buscar en la extorsión a los gobernantes un cómodo medio de vida. Después de todo, el que paga es el contribuyente, sujeto que en general se limita a quejarse y raramente da problemas.

Si París bien valía una misa para Napoleón, más habrá de valer la pena el pequeño coste de una subvención o un alquiler a efectos de mantener la paz y la tranquilidad ciudadana. Es la nueva economía, que tantas oportunidades abre por fin a los marginados de antaño.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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