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La semana de A Ferrería

De paso por Pontevedra

Pontevedra ha recibido estos días a los que hasta ahora son los dos principales líderes políticos de este país, a una semana vista de que los ciudadanos acudan a las urnas. Ambos han coincidido en sus críticas al candidato de Podemos, Pablo Iglesias a quien las encuestas le aúpan como segunda fuerza.

Su estancia en la ciudad se produjo el mismo día en el que se conoció que la candidata de Ciudadanos por Pontevedra, María Rey, falsificó una tarjeta de discapacitados para poder aparcar en el centro de la ciudad. Argumenta esta concejala que se trata de un tema personal, y por ello entiende que no debe dar explicación alguna, y dice convencida que con el pago de la multa zanja el asunto. Por su reacción, cabe pensar que la candidata y concejala no sabe ni el sitio que ocupa.

Su conducta es de todo punto reprobable y difícil de justificar. Mal ejemplo ha dado como ciudadana y ahora como política, y más en un partido como el de Albert Rivera que pretende basar su imagen en la honestidad y la transparencia. Qué poco le han importado los discapacitados y sus familias, que también votan. A estas alturas ya debería de saber María Rey que a los políticos hay que exigirles una conducta intachable. Pero en este país ya no se encuentran, desgraciadamente.

Por su parte, Bará y Pantón intentan relanzar al BNG para ter voz propia en Madrid y buscan por ahí esa línea que le diferencie de En Marea que parece que les acabará dando la puntilla al viejo y caduco nacionalismo.

Con todos nuestros políticos enfrentados tras el primer combate de diciembre y las secuelas que ha ido dejando a lo largo del semestre, un pacto de gobierno tras lo que acontezca el día 26 se antoja casi inviable. A Rajoy no lo quieren los demás candidatos porque dicen que le salpica la corrupción de su partido; el socialista Sánchez sigue llorando por la negativa de Iglesias a dejarle gobernar; Podemos se queda sin apoyos y ahora suplica al PSOE un acuerdo que antes le negó; y Ciudadanos, volverá a quedarse con un insuficiente número de escaños que no le dará nada más que para tantear acuerdos sin más relevancia.

Con este panorama, la indignación ciudadana solo podrá ir en aumento.

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