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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El respeto

Así pues, quizás para demostrar una vez más que nada es verdad o mentira sino según el color del cristal con que se mira, el ya redestripado y multianalizado "debate a cuatro" solo sirvió para dejar claras varias cosas. La primera, que los candidatos siguen sin respetarse a pesar de que intenten lo contrario. La segunda, que es peor, que desde luego no respetan a los ciudadanos que los contemplan. La tercera, que la anterior se debe a que o no dicen toda la verdad u ocultan gran parte de ella. Y cuarta, que nadie, salvo quien gobierna, especifica lo básico: qué quiere hacer, cómo lo hará, cuándo empezará y cuánto costará.

Además, para los gallegos, hay otra observación muy importante: que este antiguo Reino no sólo no cuenta para las citas, sino que tampoco está en las previsiones de financiación autonómica. Algo tan serio se deduce del hecho, en el debate, de que se refirieron todos a Cataluña, el País Vasco, Andalucía y el déficit que todas estas comunidades acumulan, pero ni una referencia a que Galicia, por ejemplo, cumplió con lo debido. Item más: ahora resulta que hay quien propone, en el Estado, que se condonen las deudas de quien las tiene; es decir, que los sacrificios hechos por los que cumplen, sino en vano, han sido poco merecedores no ya de premio sino de elogio.

Pasado el ecuador de la campaña era, al menos exigible que los que plantean el "cambio" explicasen hacia dónde, pero no se ha obtenido de ellos más que alusiones abstractas. Especialmente en Ciudadanos, que se limita a predicar sin ofrecer soluciones, pero más grave aún -rayando lo patético- es lo de Pedro Sánchez, que se aferra al concepto de cambio predicado y aplicado en los mejores años de Felipe González sin darse cuenta de que otros gobiernos socialistas lograron pasar del empeoramiento de los 90 a la catástrofe de Rodríguez Zapatero. Eso si que fue cambio.

Rajoy e Iglesias fueron los mejores, seguramente, aunque uno al prometer más de lo mismo consagra sus limitaciones electorales; el otro, que pretende la utopía, sabe que de intentarlo llevará al país al borde de la quiebra, pero eso apenas le importa: para él sentarse en La Moncloa es aún más importante que para su potencial "socio", el todavía secretario general del PSOE.

En todo caso, y visto desde opinión personal, lo peor del debate fue que a pesar de que muchos lo considerarán lógico, otra vez Galicia fue la gran olvidada. Varios más también, pero al fin y al cabo eso no es consuelo: ya se sabe a quiénes está dirigido cuando se habla del mal de muchos. El caso es que una presentación de las características que se vieron por primera vez en España, debería haber tenido más: más propuestas concretas, más soluciones específicas, más respeto a la verdad, y en definitiva una mayor atención a los problemas concretos de los ciudadanos, y no sólo a los genéricos que ya todo el mundo se sabe porque los padece a diario.

¿O no?

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