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Pedro de Silva

Todo el pescado vendido

La verdad es que el de anteayer me pareció un gran debate, no porque los púgiles fueran grandes (pequeños tampoco, conste), sino porque se vaciaron con buen estilo, mostraron reflejos y estuvieron a la altura de sus limitaciones. Puesto a destacar, no me sorprendió la condición de tentetieso de Rajoy, ya acreditada, ni la verborrea de Iglesias mezclando verdades como puños y mentiras solemnes (como la dinamización económica de Madrid y Barcelona). Me llamó más la atención la inteligente, eficaz y medida agresividad de Rivera, con las únicas subidas a la red de todo el partido de dobles, y la resignada elegancia de Sánchez, que tras haber sido arrollado por un "sorpasso", que puede retirarlo de la circulación con tan pocos kilómetros, mantenía el aplomo y el encaje en los gestos y la palabra con una dignidad que, si no se debe perder nunca, menos en las noches tristes y sus vísperas.

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