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Ceferino de Blas.

Esa leyenda negra

El trato despectivo del crítico de arte Juan Manuel Bonet, hacia Vigo, por ignorar la presencia en la ciudad del gran artista de vanguardia Robert Delaunay, ahora hace un siglo, no es justo, aunque disponga de argumentos para sostenerlo. En poco más de una década, Vigo se convierte en la ciudad de Galicia más atractiva para los pintores. Lo describe Lustres Rivas. "Hace muy pocos años, haría sonreír a los propios vigueses la posibilidad de una exposición de arte. Hoy Vigo es la ciudad preferida de los artistas para exponer sus obras".

Pero tiene su punto de razón Bonet cuando afirma que Vigo mostró escaso entusiasmo por la pintura. Llegó más tarde que a otras ciudades gallegas, donde tampoco existe tradición, como reconoce Fernández del Riego. "Innegablemente, el arte pictórico no cuenta con larga historia en nuestro país". Y sentencia Sánchez Cantón: Galicia contaba con una arquitectura espléndida y una escultura maravillosa, pero "carecía de producción pictórica valiosa".

Solo dos pintores de cierto relieve habían visto la luz en Vigo en el siglo XIX. Un excelente paisajista, Serafín Avendaño, que hizo su carrera fuera de la ciudad, en Italia, y José Frau -basta ver el apellido-, a quien le nacieron aquí, como a Clarín en Zamora. Y paren de contar pintores vigueses del XIX con algún lustre.

Es cierto que ya existía un periodismo ilustrado: las publicaciones satíricas que habían aflorado desde "Pero Grullo" (1881), y con "Vida Gallega" (1909) sirvieron de plataforma para que empezaran a ensayar buenos dibujantes. Pero Vigo llega al siglo XX sin cultura pictórica.

La primera galería de la ciudad que merece ese nombre se abrió en este periódico: el "salón del Faro". En ella expondrán, a partir de los años veinte, incontables artistas, algunos sudamericanos. Fue el ferrolano Imeldo Corral quien la estrenó, en mayo de 1921, con más de un centenar de paisajes.

El periódico seguía la estela del gran rotativo cubano "Diario de la Marina", que un año antes había acogido en su "salón de recepciones" la exposición del gallego González del Blanco.

El "salón del Faro", inaugurado en 1913, antes de convertirse en sala de exposiciones, fue escenario de eventos y conciertos. Ocupaba un lugar destacado el piano Bechstein, en el que Arthur Rubinstein firmó una dedicatoria cuando lo utilizó para su concierto en la ciudad.

Todavía está por estudiar la historia del galerismo vigués. Las primeras noticias de exposiciones se refieren a piezas sueltas de algún pintor, en escaparates de comercios, y en las sociedades recreativas. Incluso antes de utilizarse el "salón del Faro", el pintor Arturo Ceres expuso en el escaparate de las oficinas del FARO de la calle Colón el retrato de una notable dama. Su exhibición le valió para que varios encopetados vigueses le encargasen obras.

De lo expuesto se deducen las razones por las que José Manuel Bonet alimenta la leyenda negra cultural sobre la ciudad que no se percató de la presencia de uno de los grandes pintores vanguardistas. Aunque no responda a la realidad, al elevar a universal un caso particular, da pábulo a quienes piensan que Vigo es escasamente sensible al arte. Es el viejo infundio que parece no tener fin.

Sorprende, no obstante, que la convivencia de medio año en Vigo, de Robert Delaunay -y su esposa Sonia, también reconocida artista- para solventar sus problemas con el Ejército, y no ser declarado prófugo en la I Guerra Mundial, haya pasado inadvertida al periódico, donde había redactores muy profesionales y cultos como Bernárdez, Cuiñas, Rodríguez Elías o Blas Agra.

No es normal que en aquel Vigo "farista", que conocían tan a fondo, se les escapase la presencia de una pareja de pintores renombrados y relacionados con colegas del norte portugués donde se habían refugiado para huir del ruido de los cañones.

P. S. Quien quiera informarse a fondo del caso Delaunay que repase el magnífico reportaje (FV, 10-4-2016) que escribió José Angel Otero. Una delicia del mejor periodismo.

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