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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El teatro

Pues la verdad es que, visto lo ocurrido hace seis meses, era de suponer que los líderes de los diferentes partidos hubiesen aprendido la lección, entendido mejor a los ciudadanos y dedicado su tiempo a pulir los defectos que llevaron a lo que llevaron. Lejos de eso, sus señorías parecen apuntarse a seguir con la farsa e incluso a ampliar el repertorio para ver si así llenan sus teatros electorales, solo que ahora, ya oficialmente en campaña, refuerzan los guiones para aparentar ser cosa distinta.

Y nada hay más demostrativo de que eso es así que un repaso a algunas de las cosas que dicen los referentes partidarios. Desde una opinión personal, por supuesto, pero apoyada en textos publicados y no replicados ni desmentidos. O sea, válidos a todas luces.

Y como casi nunca es bueno empezar por la cola, procede citar en primer lugar al actual jefe del Gobierno en funciones y candidato del PP, señor Rajoy, que asegura, nada menos, que bajará "para todos" dos puntos en el IRPF a pesar de que, por ejemplo, el déficit público exige recortes por varios miles de millones y la UE amenaza por incumplimiento con una multa de dos mil más. Y como eso supone mucho dinero y don Mariano no dice de dónde saldrá, habrá de entender que, a falta de detalles, la audiencia no acabe de creérselo.

Claro que es peor lo de Pedro Sánchez, aparente líder del PSOE, que quiso convertir su fracaso estrepitoso de la investidura del 20/D en una suerte de esfuerzo fallido por culpa de otros. Ahora se dedica a anunciar que en seis meses atará los perros con longanizas y dará a cada familia agua, gas y electricidad amén de un salario social para los que no dispongan de ingresos. Los más veteranos, como quien suscribe, no pueden evitar el recuerdo de aquello de Franco: "ni un hogar sin lumbre, ni un español sin pan". Caramba.

(El caso de Sánchez es digno de estudio también por el modo que tiene de aplicar la ética y la estética según de quien hable. La prueba final es la del juicio oral de los ya procesados expresidentes y medio gobierno anteriores de Andalucía. Para don Pedro su partido ya cumplió con exigir su renuncia, aunque en algún caso la dimisión se retrasó a conveniencia a judicial de los implicados, y zanjar las "responsabilidades políticas". O sea, como si la detracción de más de 850 millones, presuntamente organizada y amparada por su partido, fuese algo similar al caso de los ediles del PP valenciano que suman 54.000 euros, asunto que está sin rematar siquiera la instrucción. Es cierto que la golfería, de haberla, no es cuestión de cantidad sino de calidad humana y de conciencia social, pero no se puede ser tan cínico ni para comparar a Bárcenas con los otros dos: es como hacerlo entre Curro Jiménez y Luis Candelas o José María el Tempranillo.)

En cuanto a Pablo Iglesias, es el que más fácil lo tiene para el teatro. Primero porque no le importa que se vea la superchería o la imposibilidad de cumplir lo que promete porque esa "moral" es propia de un sistema en el que no cree y al que no considera dañino engañar. Y como sus votantes son de los que se proclaman agnósticos de cualquier fe menos la que les inspira don Pablo, tragan de buen grado la diferencia entre el dicho y el hecho. Lo de Podemos, dicho desde un punto de vista particular, es el resultado de una enfermedad social y de una crisis profunda del sistema, y para hallar un remedio efectivo hará falta tiempo. O lo que sería mucho peor: su paso por el poder que tanto anhelan y con tanta fuerza condenan.

Queda, claro, Albert Rivera, pero es el más difícil de describir sobre el escenario porque en realidad ni tiene guión ni dice algo original. Su papel se limita a repetir cuatro frases que son de otros -aunque casi nunca cuente y cuando lo hace, cita encima con impudicia a Adolfo Suárez- y más allá de eso, nada. Se ofrece como una especie de bisagra milagrosa, pero hasta ahora ni le han salido las cuentas y si alguna vez cuadran, casi siempre es para apoyar a la izquierda sea estatal como el PSOE, o local y provincial como Podemos, además de los socialistas que entran en el circo. A eso, en teatro, se le llama comparsa.

¿No...?

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