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El reto de Hillary

Tras una dura y larga campaña de elecciones primarias, su victoria el martes pasado, en California, certificó lo que había ansiado durante años: Hillary Clinton conseguía, oficiosamente, la candidatura del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos, a la espera de su nombramiento oficial en la Convención de Filadelfia, a celebrar a finales de julio.

Para ello, ha tenido que derrotar a un rival por el que pocos apostaban, el senador por Vermont Bernie Sanders, que ha sido capaz de ganar primarias en 22 estados y ha logrado virar a la izquierda el discurso de la pragmática Clinton, tras dar voz al descontento de los jóvenes y a los que se resisten al aumento de las desigualdades, como consecuencia de la globalización.

Tras obtener la candidatura, en teoría debería ser fácil para Clinton lograr la unidad de su formación y galvanizar los apoyos que otorgaron la presidencia a los demócratas en las dos últimas elecciones, con el objetivo de vencer a su oponente republicano, Donald Trump. Pero solo en teoría.

Pese a la animadversión que suscita Trump en amplias franjas del electorado (especialmente, entre las mujeres y las minorías blanca e hispana), no es menos cierto que Clinton tampoco es popular entre buena parte de los suyos. Especialmente entre los jóvenes, quiénes la ven como una representante del establishment, y entre muchos votantes republicanos moderados e independientes, al percibirla como una personalidad manipuladora y mentirosa.

Por tanto, el paseo militar hacia la presidencia que se preveía hace seis meses no será tal. Pero no cabe duda de que Hillary Rodham Clinton es la favorita para hacer historia en noviembre y convertirse, finalmente, en la primera mujer que preside la superpotencia estadounidense.

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