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Los orígenes del Área Metropolitana

Ahora que parece llegar la aprobación legislativa del Área Metropolitana de Vigo, bueno es refrescar la memoria a tirios y troyanos sobre cuando se empezó a hablar y escribir sobre la misma. Porque la cuestión no es de hogaño sino de antaño y en esa materia algo tengo que decir, no por vanidad, sino por sentido histórico.

Quien me conoce, en el campo jurídico, sabe que mi territorio fue el Derecho Administrativo y, de forma más concreta, el urbanismo y, más en concreto, la ordenación del territorio. Por ello no sería extraño que, conocidas las ponencias del Congreso de Toronto (1967) sobre los problemas de las áreas metropolitanas y otras publicaciones, me preguntase si Vigo podía encabezar alguna y así en 1970 inicie los prolegómenos del estudio correspondiente. O sea, hace 46 años.

Toda área metropolitana es un territorio, con la suficiente amplitud, que permite la planificación del desarrollo urbanístico, social, de comunicaciones y de autogobierno, y que, además, cuente con una capital capaz de coordinar todas las actividades indicadas por su primacía industrial, comercial, sanitaria, cultural, etcétera, Me planteaba así el saber si Vigo podía contar con tal instrumento.

El estudio de la indicada posibilidad mereció el interés del Instituto de Estudios Administrativos, el cual me otorgó una bolsa pero de tan escasos recursos que no me permitió completar el trabajo. Por ello realice, tan solo, un diagnóstico y el análisis de una zona enclavada en un espacio natural, como es el Valle Miñor.

Delimitar el Área de Vigo lo basé en dos elementos . El primero de ellos fue saber si existía un elemento físico que, en un principio, podía delimitar su territorio y ese elemento, para mi, era su Ría. En consecuencia, todos los municipios ribereños formaban parte de la misma.

El segundo elemento fue determinar su funcionalidad, o sea saber, en base a la interdependencia de los municipios con su ciudad principal si existían más municipios que debían incorporarse al Área.

La ciudad principal, sin género de duda, era Vigo por reunir con superioridad todos los servicios antes reseñados, lo que le concedía ser la sede de su autogobierno y presidir el mismo.

En todo caso nuestra área hay que clasificarla dentro de las denominadas de población dispersa.

La segunda parte del trabajo consistió en minucioso estudio del primer espacio natural integrado en el área, como es el Valle Miñor. Un trabajo en el que colaboraron el ingeniero técnico agrícola Carlos del Río y los alumnos de la Escuela de Turismo San Jorge. Carlos del Río me entregó un magnífico informe sobre las condiciones climáticas y la composición de las tierras del Valle, todo lo que lo hacían apto para cualquier explotación agrícola. Los alumnos de turismo me hicieron una búsqueda de todas cuantas estadísticas existían de la economía del Valle y realizaron cientos de encuestas a la población. La conclusión a la que llegué, con todas las aportaciones mencionadas, y pese a que por aquellas fechas la agricultura era su base económica, fue que la verdadera vocación de futuro era el turismo, como así se ha demostrado con el paso de los años, siendo su polo de desarrollo el Parador Conde de Gondomar.

El trabajo quedó inconcluso pero fue la primera piedra del edificio que está a punto de concluir, y no puedo terminar este artículo sin narrar que el estudio que he descrito, me llevó a Portugal donde viví una experiencia singular. En el año 1974 se celebró en Oporto el I Congreso de Ordenación del Territorio de Portugal y fui invitado para pronunciar una conferencia titulada "Las áreas metropolitanas de población dispersa". La conferencia tuvo lugar el día 24 y el desayuno del 25 fue el sobresalto del golpe de Estado y como en el hotel la única información era " le andan a la brincadeira", pusimos pies en polvorosa.

Nada más salir de Oporto tuvimos el segundo sobresalto, pues, se había montado un control militar cuyos soldados, metralleta en mano, detenía los coches y cacheaban a los ocupantes, por lo que lentamente nos acercamos al control que al ver la matrícula nos dieron paso libre. Cuando perdimos de vista el control, mi mujer, que conducía el coche, aceleró de tal forma que alcanzó una velocidad inusual en ella y así, con una carretera vacía y unas poblaciones desiertas, saltándonos cuantos semáforos nos encontramos, llegamos a la frontera minutos antes de que un vehículo militar cerrase la misma.

Mi estudio del Área Metropolitana de Vigo fue objeto de varios artículos que escribí en este mismo diario a lo largo de los años.

Recordar, después de tantos años, el estudio del Área y los sobresaltos de una conferencia es prueba de que la edad, aún sin quererlo, nos hace testigos de la historia.

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