La equiparación de Vigo con rango de capital en la Ley del Área Metropolitana refuerza las demandas de la ciudad. Algunos pensarán que esta capitalidad llega tarde a una urbe que prácticamente todo lo ha conseguido dando la batalla política hasta la afonía o reivindicándolo en masa en la calle. Pero en tantos años relegada a una segunda categoría contradictoria con su peso poblacional y su potente tejido industrial, han quedado pendientes un buen número de servicios -administrativos, judiciales, culturales?- que se le negaba per se, de antemano y solo por carecer de esa clasificación territorial. Así que por por culpa de no ser lo que debiera, Vigo sufre en demasiados aspectos un retraso que hace más meritorio todavía un liderazgo que traspasa las fronteras de la provincia de Pontevedra. Aquí pudiera estar, en esa capacidad de superación, de conquistar metas en carreras plagadas de obstáculos, el origen de la sempiterna reticencia de quienes no viven ni sienten por ella a catalogarla como capital. No es que la ciudad necesitase de esta nomenclatura para convertirse en lo que siempre fue, la verdadera locomotora económica de Galicia. Aunque sí ayuda, y además, se hace justicia. Porque ya iba siendo hora de que Vigo obtuviese beneficios institucionales sin gritar más de la cuenta ni pelear hasta la extenuación. En esto se resume lo que pueden esperar los vigueses de una Ley del Área con ese papel para su ciudad. Colocándola al nivel de una capital, Vigo podrá aspirar a todo lo que se merece. Tanto como se le denegó y bastante más de lo que tiene.
