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Sabino entre candilejas

Actor, director, autor promotor e incluso mago y titiritero, el nuevo hijo predilecto de esta ciudad tuvo una larga trayectoria como hombre de teatro

"Si el teatro es levantar de la nada un mundo de fantasía, el teatro es Sabino". Esto escribió Emilio Álvarez Negreira en agosto de 1955 tras visionar en la plaza del Teucro el montaje de "Llama un inspector", de J. Priestley, a cargo del Teatro de Cámara Valle-Inclán, bajo la dirección de Sabino.

Sabino Torres Ferrer tuvo siete vidas o más (editor, poeta, periodista, actor, titiritero, impresor, comercial, tertuliano, etcétera), pero esta crónica de homenaje al futuro hijo predilecto de esta ciudad recientemente fallecido pone el foco de luz sobre su trayectoria bastante olvidada como hombre de teatro.

A los quince años Sabino hacía de Lope de Rueda por Mourente. Esa constituyó su primera incursión en el mundo del teatro. Él también rememoraba su bautismo en Radio Pontevedra EAJ-40 a cuenta de unos guiones teatralizados de carácter bíblico por encargo de don José Olmedo. El propietario de los almacenes más populares de esta ciudad pagaba a Sabino 25 pesetas, casi una fortuna en aquel tiempo, por unos montajes radiofónicos en memoria de su hijo mártir, el padre Fernando Olmedo.

El sábado 31 de enero de 1948 se anunció la actuación de Sabino en "La fiesta de la radio", popular concurso de artistas noveles que la emisora local retransmitía desde el cine Victoria. Sabino iba a hacer de mago y Celso Emilio Ferreiro le hizo una entrevista en Ciudad para apoyar su presentación.

Celso Emilio preguntó si había aprendido prestidigitación con los moinantes de Lérez. Y Sabino respondió que los moinantes de Lérez eran meros aficionados al birlibirloque y aseguró que había estudiado magia por correspondencia, que era la forma más seria de aprender cosas.

Cuando llegó su turno en aquel festival, Sabino bajó del escenario para hacer su número de ilusionismo. El artista en ciernes se adelantó a su tiempo y jugó su baza para meterse al público en el bolsillo. Pero tal atrevimiento le jugó una mala pasada, porque solo la zona más cercana del patio de butacas veía lo que hacía con sus inquietas manos, mientras que la gran mayoría no se enteraba de nada. Las protestas se hicieron cada vez más ruidosas y Sabino malamente terminó su actuación en medio de un descorazonador pitorreo.

Naturalmente Sabino no pasó aquella eliminatoria y tamaña injusticia le sentó fatal. Pontevedra perdió aquel día a su particular David Copperfield.

Después de zanjar la colección Benito Soto y crear el semanario Litoral, Sabino se metió de lleno entre candilejas como actor y director de "Camino de Belén", escenificación de un poemario navideño de Aurora Vidal. Llevado por su pasión de amigo, Fernández Sieira dijo que fue el más grandioso espectáculo teatral autónomo visto nunca en Pontevedra; una especie de superproducción de Cecil B. de Mille en versión nativa por la puesta en escena de un incontable plantel de pastores, esclavos, mercaderes, odaliscas, etc.

Particularmente las odaliscas concentraron todas las iras de Sabino por su insufrible acento gallego; decía que con aquel tonillo no había manera de hacer nada en serio. Pero lejos de desanimarse, tomó nuevos bríos y a mediados de los años cincuenta fundó con Suárez Santiso y González Sobral el Teatro de Cámara Valle-Inclán.

Aquel grupo hizo su debut en el paraninfo del Instituto con el aludido montaje de "Llama un inspector", que luego se representó en la plaza del Teucro durante las fiestas de la Peregrina de 1955. Un día antes, Manuel Cuña Novás estrenó "Electra", de Sófocles, con Pilar Boullosa en el papel estelar.

A la dificultad para contar con actrices y actores sin acento gallego, se unió al cabo de un año la falta de apoyo en forma de socios protectores, que dejó al Teatro de Cámara Valle-Inclán herido de muerte. No duró mucho más.

De aquella época fecunda Sabino aún conservaba una traducción propia del francés al gallego de "Cyrano de Bergerac", la obra en verso de E. Rostand, que aparecerá ahora entre su inmenso legado.

Tras su jubilación en Madrid como hombre de empresa, Sabino reapareció al frente del programa de reinauguración de Teatro Principal el 3 de enero de 1987. El alcalde Rivas Fontán le pagó un millón de pesetas y todo salió a pedir de boca. Al menos en apariencia. Sabino esperaba convertirse en superintendente del Principal, pero aquello no tuvo continuidad. Mejor no entrar en detalles para no herir susceptibilidades.

Y cuando parecía que Sabino había dejado atrás las candilejas, hace dos veranos me hizo partícipe de esta confidencia: "Como no quiero hacer más nada sobre Pontevedra -¡para eso ya estás tú!- he vuelto a escribir teatro. Hace poco terminé una obrita que incluso he mandado a un premio de forma anónima"?.

Posteriormente reconoció que no había conseguido el galardón. Pero estaba ilusionado con un montaje que acariciaba su nieta Laura.

Palabra de Sabino, que no negaría ningún detalle de esta pincelada cariñosa. Si el teatro es sueño, improvisación y fantasía, el teatro era Sabino, como decía su amigo del alma Álvarez Negreira.

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