Cinco años después del último informe de los grandes gurús del turismo nacional, Galicia retrocede posiciones en competitividad en el ranking autonómico. Del octavo puesto de entonces al décimo que ocupa ahora. Pese al aumento de visitantes y al afianzamiento nada desdeñable del sector como palanca de la economía gallega, la industria turística autóctona no acaba de superar las barreras que limitan su crecimiento y lastran su rentabilidad. O supera la reválida cuanto antes u otros territorios se beneficiarán de ello.

El turismo es, sin duda, la actividad que mejores noticias está dando a la economía española. De las pocas cifras que no admiten discusión, ni letra pequeña. El número de visitantes marcó el pasado ejercicio un récord histórico, por encima de los 68 millones, un 4,9% más que en 2014. En lo que va de año suman ya 18 millones, con un incremento del 13% en comparación con el mismo periodo de 2015. En su evolución tiene mucho que ver la consolidación del país como un destino atractivo por sí mismo, pero también alternativo a otras zonas tradicionalmente receptoras en Oriente Medio o el Meditérrano, ahora inmersas o cercanas a conflictos bélicos o al azote del terrorismo yihadista.

Galicia le está sacando partido al tirón de España. De hecho, fue la comunidad que registró un mayor ascenso de turistas, un 11,9% en 2015 con casi 4,6 millones de visitantes; y también en la afluencia de foráneos pese a ser todavía muy bajo en términos absolutos. El último informe de Exceltur -la asociación líder que agrupa a las principales firmas hoteleras, aerolíneas, empresas de crédito o motores de búsqueda en Internet que operan en España- evidencia hasta qué punto el sector conforma ya un sólido motor del PIB autonómico, al que aporta, de la mano de otros negocios muy vinculados, como el comercio, el 11% de la riqueza, con una facturación de más de 6.000 millones y casi 110.000 empleos.

Sin embargo, los mismos expertos que destacan la relevancia de la actividad turística en Galicia siguen certificando, una vez más, el grave problema de competitividad que arrastra. Su falta de capacidad para extraer todo el partido a sus posibilidades y garantizar un crecimiento sostenido a medio y largo plazo. Una asignatura pendiente que explica su caída al décimo puesto del ranking nacional.

Exceltur vuelve a poner el dedo en la llaga por la que continúa supurando el turismo gallego. Alaba la decidida apuesta de las administraciones por el sector, su consideración como una actividad estratégica y los avances en la formación de los trabajadores. Y cuestiona cómo muchas de esas apuestas se llevan a la práctica. Vuelve a fallar la estrategia y la eficiencia de las campañas de promoción, la explotación del turismo verde y de playas, y la rentabilidad de los establecimientos.

Que la estancia media de los turistas en Galicia no solo no aumente sino todo lo contrario evidencia con claridad lo mucho que queda por hacer y por crecer. En 2011, la estancia apenas alcanzaba los 2,26 días de media. Cinco años después se ha reducido a 2,01 días. Llegan más visitantes pero permanecen menos tiempo y además gastan menos. Del orden de 89 euros, cuando en Cataluña superan los 156. Otra prueba de la falta de consistencia y enfoque en la venta de Galicia como multidestino, con todas sus singularidades y a la vez el magnetismo del conjunto, para remediar así las estancias exprés de quienes nos visitan.

La Xunta se gastará este año 44 millones para potenciar el turismo. A lo que habría que añadir la partida que dedican los concellos y diputaciones, muy activos también en divulgar las ofertas locales. Galicia encabeza el ranking en cuanto a posicionamiento del sector en la escala organizativa de las administraciones, la coordinación entre ellas y su seguimiento. Lo que ponen en cuestión los expertos son los resultados.

Es un debate muy parecido al que se vivió, por ejemplo, cuando el Gobierno gallego decidió pagar 302.500 euros a la productora del cantante Enrique Iglesias para rodar un vídeo en el que las 12 localizaciones de la comunidad apenas representaron 40 segundos de los casi 5 minutos de proyección. Turismo dijo entonces que su impacto equivaldría a un gasto de 1,42 millones en publicidad convencional. Muchos expertos en marketing minimizaron el efecto. ¿Realmente un videoclip centrado en un baile en el interior de un monasterio sirve para ganar visitantes y conseguir que alarguen sus estancias? El ejemplo es probablemente el más claro de cómo la teoría y la práctica en la estrategia turística no acaban de acompasarse.

Nadie duda de que cuando existe una apuesta real por aprovechar un nicho de mercado, por especializarse y prestar un servicio de calidad, las cosas pueden funcionar. El mejor ejemplo es el liderazgo gallego en el turismo termal con la nota más alta de todas las autonomías. La buena calificación se repite, precisamente, por la apuesta de trabajar con "clubes de producto". Una fórmula profesionalizada de cara a ofrecer al cliente "una experiencia concreta a disfrutar".

O la gastronomía, probablemente un fenómeno todavía pendiente de aprovechar al máximo, especialmente al calor de los grandes cocineros que hoy llevan la marca Galicia allende nuestras fronteras. La última revisión de la guía Michelín elevó a 13 sus prestigiosas estrellas en Galicia. Todo un récord. Exceltur lo remarca en su informe: los últimos años han sido testigos de una eclosión de la gastronomía como atributo diferencial de la oferta turística española que está detrás del incremento de turistas atraídos por el disfrute de la buena mesa. ¿Hay algún lugar mejor que Galicia para dar esa batalla?

Otros condicionantes permanecen todavía como un lastre. La situación periférica es uno de ellos. En opinión de los expertos y también de los propios hosteleros, la lejanía de Galicia no ayuda precisamente a animar a los visitantes. Pese a los avances sigue fallando, como en el informe de 2011, la accesibilidad, esto es, las comunicaciones en cualquiera de los medios posibles, en especial vuelos y trenes de alta gama. También la movilidad interna y los movimientos logísticos necesarios para la operatividad de la industria turística.

Otra paradoja extraída de los gurús del sector es que el turismo de playa no está lo suficientemente aprovechado. Que sigamos sin saber cómo hacerlo disponiendo como disponemos de casi 1.500 kilómetros de arenales de todo tipo, muchos de ellos iconos de fama mundial, como la playa de Rodas en Cíes o la de las Catedrales en Ribadeo, da buena idea de que las cosas no funcionan como debieran. Lo mismo que todavía se requiere perseverar a fondo en la formación y profesionalización del sector para garantizar la calidad necesaria para competir.

No hay razón para el desaliento aunque sea bastante lo que resta por hacer. Al contrario, la pérdida de competitividad del sector, además de exigir una reflexión colectiva profunda, debe servir de espoleta para su rearme y para corregir lo que no funciona. Son tantas las potencialidades por explotar y tan necesario el turismo como tractor económico, que Galicia debe mantener la sana ambición de hacerlo próspero y competitivo sin esperar otros cinco años más.