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Xabier Fole

el correo americano

Xabier Fole

Desde fuera

Cuando Rubén Darío llegó por segunda vez a España, en 1899, ya había publicado Azul, libro que lo consagraría como referente del modernismo hispanoamericano. El escritor nicaragüense visitaba la península ibérica con el objetivo de escribir una serie de artículos para el diario argentino La Nación. Este encargo se produjo debido al interés que despertaba en los lectores americanos la "debacle" española, la pérdida de las últimas colonias de una potencia europea en decadencia y el impacto económico y psicológico que habían generado estos acontecimientos en su población. Las crónicas escritas en aquel periodo se recopilarían posteriormente en un libro titulado España contemporánea. Darío aborda en esta compilación de textos, entre otros asuntos, las inquietudes de los intelectuales españoles más relevantes de la época, el estado de los teatros y las librerías, la afición a las corridas de toros, las procesiones de la Semana Santa y el impacto que supondría, en términos sociolingüísticos, la inminente aparición del nuevo diccionario de la Real Academia Española.

El cronista describe, asimismo, el ambiente de las dos ciudades españolas más importantes, Madrid y Barcelona, y se detiene a escuchar el rugido de sus calles. En la ciudad condal detecta "una elevación y engrandecimiento del espíritu catalán sobre la nación entera", mostrando en su reportaje el sentimiento nacionalista que predomina en la región, y descubre que "en todos está el convencimiento" de una "independencia y soberanía de Cataluña". En Madrid, "el castillo feudal", donde "no hay sino la literatura de mesa de café, la mordida al compañero, el anhelo de la peseta del teatro por horas", el escritor, asaltado por los mendigos mientras "resuena de nuevo en mis oídos la palabra señorito", se da cuenta de que España -donde "la vocación pedagógica no existe"- se encuentra "amputada, doliente, vencida" y que, sin embargo, "los políticos del día parece que para nada se diesen cuenta del menoscabo sufrido".

En la obra, de cuya última edición se encargó la editorial Renacimiento, podemos hallar algunos errores factuales cometidos por el poeta, los cuales ocasionaron, a su vez, anécdotas curiosas (Emilia Pardo Bazán, quien escribió favorablemente sobre el libro, le reprochó en un artículo la atribución errónea de una expresión, y la novelista, por su parte, confundió la nacionalidad del reseñado llamándolo argentino). A pesar de su mordacidad, en la primera crónica, titulada "En el mar", el cronista manifiesta el amor que siente hacia un lugar al que, unas páginas más adelante, se dedicará a analizar y a criticar: "De nuevo en marcha, y hacia el país maternal que el alma americana -americanoespañola- ha de saludar siempre con respeto, ha de querer con cariño hondo. Porque si ya no es la antigua poderosa, la dominadora imperial, amarla el doble, si está herida, tender a ella mucho más".

Este tipo de periodismo literario, realizado por un observador externo, pertenece a una tradición que, en Estados Unidos, inició el pensador francés Alexis de Tocqueville con su Democracia en América y continuaron escritores ingleses como Charles Dickens o Martin Amis, y que consiste en hacer un esfuerzo por comprender una sociedad que, aunque distinta y lejana, mantiene una relación histórica con el país del visitante u ostenta una influencia cultural, política, lingüística y económica en el resto del mundo.

Estimulados por la fascinación que provoca lo diferente, estos autores, a veces dominados por sus propios prejuicios, examinan el fenómeno extranjero con una mirada curiosa y desconfiada, como si estuvieran explorando un nuevo planeta, comparando -consciente o inconscientemente- la civilización de la que proceden con la que acaban de entrar en contacto, y revelando de esa manera a sus habitantes aspectos de sí mismos que estos últimos, al carecer de otras referencias, desconocían. Como escribió Miguel de Unamuno, el no ser español le daba a Darío "la ventaja y la desventaja a la vez de juzgar nuestras cosas desde fuera". La vigencia de algunas de sus afirmaciones nos demuestra que, en aquella ocasión, el poeta tampoco se equivocó demasiado.

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