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De vuelta y media

El Vergel La gran finca de la familia Dapena Mouriño, donde hoy se levanta el Sánchez Cantón, fue el campo de deportes del Instituto desde finales de los años 50

El profesor Filgueira Valverde firmó en esta ciudad el día 25 de mayo de 1956 la escritura de compra de la finca El Vergel para su transformación en campo de deportes del Instituto de Pontevedra. Don José no solo actuó en representación del Ministerio de Educación por su estatus de director del centro, sino también en su condición de muñidor de tal adquisición.

Filgueira llevó a cabo todo el peso de la negociación y en 1951 trasladó al ministerio la disposición de los Dapena Mouriño a negociar la venta de su propiedad, colindante con la avenida de Reina Victoria en pronunciado desnivel hacía As Corbaceiras y Os Gafos.

Tras el visto bueno oficial, el arquitecto municipal Juan Argenti Navajas realizó al año siguiente una tasación de las distintas parcelas que configuraban El Vergel por una valoración total de 1.129.053,50 pesetas. El precio pareció bien a la propiedad, pero la venta aún tardó en materializarse.

El ministro Joaquín Ruíz Jiménez autorizó la compra, pero fue su sucesor en el cargo, Jesús Rubio García-Mina, quien rubricó la ejecución. Luego se volcó con el Instituto e incluso visitó El Vergel. Materializada la adquisición hace ahora sesenta años, el Ayuntamiento negoció con la familia propietaria la apertura de la calle Palamios, que entonces solo era un oscuro callejón.

El Vergel se convirtió en una especie de talismán para el Instituto. Inmediatamente después de su compra llegaron los reconocimientos, las subvenciones y los triunfos que no había tenido nunca. El centro tocó el cielo, bajo la dirección del profesor Filgueira Valverde al frente de un excepcional plantel de profesores y colaboradores en todas las áreas y disciplinas. Ninguna fue marginada o minusvalorada.

Durante aquel curso 1956-57, el Instituto obtuvo una subvención extraordinaria de 100.000 pesetas por su labor pedagógica y social. Poco después se proclamó campeón nacional de gimnasia educativa de la mano del profesor Corrochano Gálvez, por delante de los potentísimos equipos de El Pilar, de Madrid, y La Salle-Bonanova, de Barcelona. Y el curso siguiente 1957-58 recibió el premio nacional de la Delegación de Juventudes.

En cuanto El Vergel pasó al Instituto, Filgueira Valverde puso manos a la obra, nunca mejor dicho. El propio alumnado se encargó de la limpieza en general y su acondicionamiento en precario. Tres o cuatro cursos de aguerridos quinceañeros en pantalón de deportes y alpargatas explanaron los campos de deportes con el sudor de sus frentes.

Las memorias del Instituto, que anualmente redactaba con pulcritud su secretario, don Antonio Lino, ponderaron aquellas labores, que tenían un propósito formativo e incluso terapéutico como "educación por el trabajo". Todos cuantos participaron en aquella encomiable tarea, hoy absolutamente impensable, guardan un recuerdo imborrable.

Rafael Sánchez "Fis" rememora a toda una clase al unísono batiendo el suelo, dale que te pego, para conseguir el alisamiento de la pista destinada a correr los 100 metros lisos en una tierra negrísima. Y Fernando Filgueira recrea la reacción de don Mariano García, sempiterno catedrático de Ciencias Naturales, ante la broma pretendida por un curso adolescente.

"Cortamos en El Vergel -cuenta- una planta enorme que media más que nosotros, y la pusimos encima de su mesa. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando don Mariano se quedó maravillado. No solo no protestó, sino que alabó la iniciativa. Al instante identificó la planta y durante el mes siguiente constituyó materia de estudio exhaustivo?.

El trabajo de limpieza de El Vergel por parte del alumnado dio paso a su consolidación efectiva como campo de deportes del Instituto a partir del curso 1958-59 gracias a una subvención de 250.000 pesetas del Ministerio de Educación. Entonces llegó la cantería y el forjado.

Un campo de balonmano y baloncesto fue su dotación central, donde hoy se levanta el Instituto Sánchez Cantón. A su alrededor se articularon poco a poco las otras instalaciones en distintos niveles: una pista de atletismo, un foso para salto de altura y longitud, un campo de balonvolea, incluso un vaso para una piscina que nunca se hizo, casetas, duchas y demás servicios. Allí se cincelaron varias generaciones de pontevedreses que hoy peinan canas.

El Vergel también acogió en su pista central desde la temporada 1960-61 los partidos de la S.D. Teucro, por generosa cesión del Instituto. Leandro, Vilas, De la Peña, Penedo, Touriño, Lariño, Gago, Portas, Saburido y compañía hicieron las delicias de una entregada afición en sus vibrantes encuentros; sobre todo con el Vulcano, de Vigo, su rival acérrimo.

La gran verja de hierro forjado que hasta 1960 rodeaba el monumento a los héroes de Pontesampaio a la entrada de la Alameda, acabó sirviendo de cierre a El Vergel. Alejandro Vilariño Ramírez, el señor Vilariño para todos los chavales en aquel tiempo inolvidable, ejerció de popular guardián de sus preciadas instalaciones.

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