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Matías Vallés.

La infanta no perdona

El coraje del juez Castro y la reacción del Gobierno

Ningún asesor de imagen hubiera recomendado a José Castro que denunciara la propuesta de una reunión ultrasecreta con Miquel Roca, donde la relación de la cita con la suerte de Cristina de Borbón no requiere de mayor explicación. Una vez perdida la jurisdicción sobre el caso Infanta, migrar de juez a testigo es tan peligroso como pasar de médico a paciente. O de ciudadano a refugiado, en una metáfora más atinada.

Sin embargo, el magistrado no vino a este mundo judicial para simplificarse la vida. Por tanto, ha aplicado su coraje singular y su aura personal a destapar los niveles a que se ha degradado el Estado, por su empecinamiento en salvar a una protagonista de la prensa rosa.

La fulgurante reacción del Gobierno para frenar a Castro a través de la fiscalía no define la actuación del juez, sino la pésima calidad de las instituciones comprometidas en la exculpación de Cristina de Borbón. Al igual que ya ocurriera con el interrogatorio de la ignorante Infanta, el juez de a pie ha vuelto a desmontar la maniobra urdida en las altas esferas. Manos Limpias y Ausbanc siguen siendo más peligrosos incluso que las entidades financieras, con las que pactaron durante décadas de fructífera interlocución. Sin embargo, algunos clientes empiezan a desviar el foco de la inaceptable extorsión a bancos inocentes e inermes. Ahora centran su atención en la entusiasta respuesta a los chantajeadores, de las mismas instituciones bancarias que otorgaron sueldos y créditos enjundiosos a los Borbón Urdangarin.

La enésima fantasmagoría del "caso Infanta" no confirma tanto la inocencia preternatural de la hermana del Rey como su poder destructivo. Deja a su paso un reguero de víctimas digno de Mad Max. Hay que perdonar a la hermana del Rey, pero la hermana del Rey no perdona a quienes se desviven por rescatarla. Ha arruinado a su esposo y ejemplar jornalero del deporte, ha provocado la abdicación de Juan Carlos de Borbón, ha hundido el prestigio de la fiscalía Anticorrupción, ha destrozado la imagen de la Agencia Tributaria, ha lastimado la reputación de Miquel Roca y ha dilapidado el crédito residual de la banca. Caramba con Su Alteza.

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