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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

La arrogancia de Iglesias

El poderoso frente anti-Podemos cree haber encontrado un punto débil en la estructura del emergente partido morado: su líder máximo Pablo Iglesias Turrión "cae mal", por su arrogancia, en un amplio sector de la opinión pública. Lo ha detectado el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que lo sitúa a la cola de los políticos peor valorados, solo dos puntos por encima de Mariano Rajoy, y lo han confirmado empresas de sondeos y politólogos de diversa orientación ideológica.

El deterioro de su imagen se habría producido durante los cuatro meses que duró la pasada legislatura en la que las principales formaciones políticas fueron incapaces de formar una coalición gobernante estable. En ese corto espacio de tiempo, Iglesias teatralizó excesivamente sus comparecencias públicas (besos en la boca a un colega diputado, el bebé de la Bescansa pasando de mano en mano en las bancadas del Congreso, la propuesta de un Gobierno a su sola conveniencia, etc., etc.). Y los expertos creen que esa demostración de soberbia puede tener un efecto desastroso para su partido. Así, por ejemplo, Ramón Cotarelo opina que "Iglesias tiene un lenguaje de culto a la personalidad que es dinamita pura para la coherencia teórica de Podemos. Cuando dice que con el socialista Eduardo Madina tiene más feeling que con Pedro Sánchez y que quizá con él hubiera llegado a un pacto, ¿se da cuenta de lo que está afirmando? ¿Qué hay de sus bases y de sus círculos?". Y algo parecido cree Óscar Santamaría de Asesores de Comunicación Pública. "Ofrece una imagen sobreactuada. Nunca sabes qué Pablo va a salir, el humilde o el que sube a la tribuna con un discurso soberbio. Pasa de la sonrisa al ceño fruncido. Y la gente eso ya no se lo cree, porque los episodios acumulados de arrogancia lo han definido".

Los disparos críticos contra la figura del líder de Podemos no son de ahora pero se han intensificado desde la nueva convocatoria de elecciones generales. Ya en una ocasión anterior recogí una serie de opiniones de corrosiva acidez sobre el mismo asunto, es decir, sobre Pablo Iglesias y su partido. Desde una reciente del escritor Félix de Azua, "De vez en cuando -decía el académico de la RAE- las sociedades se ven atacadas por el virus de una chifladura mística, la cual se propaga como la peste. Y no hay mejor prueba de ello que constatar la cantidad de gente que tiene a Pablo Iglesias, un evidente oportunista, por un político respetable". Hasta otra, no menos vitriólica, del conocido hispanista irlandés Ian Gibson. "El mesianismo de Pablo Iglesias -dijo- su lenguaje corporal, sus arengas imparables, me exasperan".

Bien, juicios políticos aparte, todos muy respetables, las simpatías y las antipatías son un territorio sentimental pantanoso y es imposible establecer porque personas a las que solo conocemos por su reflejo esporádico en los medios nos caen mal o nos caen gordas, como vulgarmente se dice. En cualquier caso, no parece que tal cosa pueda influir decisivamente en el resultado de las votaciones. A Mariano Rajoy, por ejemplo, pese a estar en la cola de los políticos peor valorados, todas la encuestas lo dan como ganador de las elecciones el 26 de junio próximo.

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