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Del Savoy al Saboya pasando por el Yavoy

El café bar Savoy estuvo a punto de perder, por circunstancias diversas, su genuina denominación, de sonoridad internacional. De hecho mudó su nombre durante algunos años. Ese cambio iba a formalizarse con la adición de la primera planta, que no tenía en su origen el histórico inmueble cuando era una zapatería de Ces Bravo.

Aurelio Fontán, su segundo propietario que compró el local a su creador Ramiro Abilleira, encargó a mediados de 1941 un proyecto de terraza cubierta al arquitecto municipal Emilio Quiroga. Y durante su tramitación en el Ayuntamiento, un funcionario distraído cambió su "S" inicial por una "Y", y como "Yavoy" figuró en vez de Savoy en el expediente municipal.

El personal en cuestión no anduvo muy fino aquel 23 de octubre del referido año 1941, porque también bailó un número y dató la autorización de la obra en 1931; o sea diez años antes, cuando el Savoy ni siquiera era un proyecto. Así consta en el Archivo Municipal.

Lisardo Álvarez, el constructor más reputado de Pontevedra en aquella época, que luego hizo otros bares míticos, ejecutó la adición de la planta alta bajo la dirección del propio Quiroga Losada. Ningún detalle quedó sin perfilar con especial mimo.

Cuando se llevó a cabo su inauguración en 1942, toda la ciudad alabó el buen gusto del nuevo Savoy, tanto interior como exterior, con sus cuatro grandes ventanales de vista imponente a la plaza de la Herrería. A partir de aquel año fue cuando empezó a convertirse en un café de leyenda, no antes.

Ramiro Abilleira pensó que era el momento de consolidar su denominación sobrevenida de la Guerra Civil como Gran Café Bar Saboya.

Detrás de aquel cambio estuvo simple y llanamente un deseo de españolizar su nombre, en consonancia con los aires patrióticos que impregnaron hasta el detalle más nimio de la vida cotidiana. Lo extranjerizante no estaba bien visto y Saboya era lo más parecido a Savoy, pese a que su españolismo no fuera genuino del todo. También el Petit Bar, de la plaza de San José, se convirtió en café Imperial, antes de quedarse como el Pequeño Bar. Y esa tendencia se extendió al comercio en mayor medida.

El final de ese intento de mutación, que Paquito vivió en primera persona, resulta bien conocido: el Saboya duró hasta finales de 1945. Luego volvió a ser el Savoy para siempre de la mano de Luís Bahamonde.

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