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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

"El mundo al revés"

Hoy he de reconocer que empiezo el suelto malhumorado con el mundo que nos rodea. A cualquier edad, pero aún más al sobrepasar la madurez, lo mejor sería evitar el malhumor, que al fin y al cabo es una actitud negativa hacia uno mismo, hacia las demás personas y hacia los sucesos y vicisitudes de la vida. El malhumor induce al mal carácter. Y una cosa es tener carácter, imprescindible para emprender cualquier meta, y otra es tener mal carácter, predisposición que entorpece nuestras relaciones y dificulta que las cosas salgan bien. Mi enojo me lo ha causado, una vez más, la lectura de la prensa, que refleja una situación actual poco halagüeña. Tal escenario lo desencadenan los encebollados, cuyas cualidades son: la mediocridad no aceptada, la imposición decretada, el egoísmo rácano, la envidia destructiva y la hipocresía. El verbo encebollarse, en su forma reflexiva, lo he tomado prestado de Andrés Trapiello, que a su vez lo recoge de un librero de viejo, el madrileño Manolo Gulliver. El escritor y cervantista, dice que el término procede de Guadalajara y lo define así: "El encebollado no es sólo aquel que se reconcome y se cuece en su propia salsa, sino que halla cierto placer en encebollarse. Y claro, las razones del encebollamiento son siempre nimias y un poco ridículas, excepto, como es natural, para el encebollado, que las encuentra de una gravedad extrema". Y advierte: "El encebollado suele manifestarse como una manera de ser, no puede vivir sin llevar al día el manual de agravios, y como nunca alcanza el sosiego, tampoco tolera que nadie aspire a vivir tranquilo?". Y claro, lo peor, es tal su terquedad que, a fuerza de repetir sus necios argumentos, puede acabar por encebollarnos a todos. Es lo que hoy me ha sucedido y a lo que no estoy dispuesto. Voy a tratar de desencebollarme por medio de este artículo, como lo hacía Balbino (el pequeño personaje de Xosé Neira Vilas (1928-2015), en Memoria dun neno labrego, ), que afirmaba: "Por eso escribo. E dempóis durmo coma unha pedra. Quedo desatafegado, libre, coma se me quitasen de enriba un bocoi. ¡Cousas miñas!". Ustedes han de perdonarme que me "desatafegue" de este modo. En desagravio, si lo estiman oportuno, pueden hacer lo propio.

¿Es que está "el mundo al revés"? Depende del tratamiento o de la interpretación del enunciado. "El mundo al revés" puede ser muchas cosas, entre otras: una simple colección de cuentos interactivos, una canción de moda, un juego, una película, una experiencia dramatúrgica del "Teatro de los sentidos" o una iniciativa del Grupo Havas para emplear parte de nuestro tiempo libre en ayudar a los demás. Para los pensadores alemanes Martin Heidegger (1889-1976) -en ¿Qué es la metafísica?, 1955- y G. W. Friedrich Hegel (1770-1831) -en Sobre la esencia de la crítica filosófica en general y su relación con el estado actual de la filosofía en particular, 1802-, la filosofía es el mundo visto en imagen invertida. En las propias palabras de Heidegger: "La filosofía, considerada desde el punto de vista de la sana razón humana, es, según Hegel, "el mundo al revés"". Sin embargo, a tal formulación se opone Friedrich Nietzsche (1844-1900), -en Así habló Zaratustra, 1883-, que con una marcada ironía antimetafísica escribió: "Por ello los fanáticos y los beatos de cabeza colgante, que también llevan colgando el corazón hacia abajo, predican: "el mundo mismo es un fenómeno merdoso", pues todos ellos son de espíritu sucio; y en especial aquéllos que no tienen descanso ni reposo si no ven el mundo por detrás, -¡los trasmundanos!". Es una interpretación que este escribidor comparte, tal vez influenciado por su propio padre, lector empedernido de Nietzsche (véase Simplezas con Nietzsche al fondo, en Faro de Vigo, 13.09.2013).

"El mundo al revés" al que yo hoy me refiero y reflejan los medios de comunicación, es el mundo que nos quieren hacer ver y compartir los encebollados de turno, según los cuales todo es al contrario de lo que nos enseñaron, de lo que conocíamos y de lo que practicábamos. Nada es cierto, todo es según lo que ellos nos dicen. Lo encabezan los "políticamente correctos" y los pseudointelectuales sin lecturas. Pero no son los únicos. La lista resulta interminable. En unos casos, con el afán más rancio de adoctrinamiento totalitario y, en otras circunstancias, para no perder la posición conseguida mediante promesas no cumplidas. Y es así, por más disfrazado que lo presenten. La imagen que nos presentan del mundo, es la misma que ofrecían los fotógrafos calotipistas. El calotipo o talbotipo, inventado por Fox Talbot en 1841 e introducido en España a partir de 1849, era un procedimiento fotográfico sobre matriz negativa de papel que podía generar infinitas copias en positivo. En este proceso fotográfico el mundo quedaba reducido a una imagen sobre papel, invertida de izquierda a derecha y de arriba abajo. Es decir "el mundo al revés", con la particularidad que podía ser reproducida miles de veces. En definitiva la imagen y el mensaje con el que nos pretenden embaucar los encebollados, repitiéndolos infinidad de ocasiones a través de los medios de comunicación. Y para conseguirlo recurren o se dirigen a nosotros con un lenguaje tan primordial, que no acierto a comprender si es que nos toman por bobos o por niños -nivel medio de 13,7años, según el test de Flesch-Kincaid (véase Faro de Vigo, 13.12.2015)-.

Si la dialéctica es teoría y técnica retórica de dialogar y discutir para descubrir la verdad mediante la exposición y confrontación de razonamientos y argumentaciones contrarios entre sí. O si quieren, en la tradición hegeliana, si es proceso de transformación en el que dos opuestos, tesis y antítesis, se resuelven en una forma superior o síntesis. Ahora querrían que nos situasemos en lo contrario, en el que porque lo digo yo y ustedes tienen que creerlo y aceptarlo. Las consecuencias son que lo que era verdad ahora es mentira, lo que era bueno ahora es malo, los que ganaron perdieron, los demonios son ángeles, las minorías han de imponerse a las mayorías, los violentos son los pacíficos, la lengua minoritaria en lugar de respetarse ha de imponerse? En sentido figurado, según el del dramaturgo colombiano Enrique Vargas: "Al adentrarse en el "mundo al revés", el visitante podrá recorrer los caminos que conducen hasta donde ir significa regresar, en lo que arriba queda abajo, en los que caminar es volar, en los que nada es lo que parece, ni está en donde debería? tampoco sus habitantes. Mientras más penetremos en "el mundo al revés", mejor nos podremos defender de los del mundo al derecho".

Pero lo cierto, y con todo esto, es que estamos donde estábamos, en la misma situación que antes de las elecciones generales del 22 D, después del parón de burro de la merdosa y breve legislatura que acabó y que para nada sirvió, salvo para que cobrasen sus señorías. Ya estamos dispuestos a los nuevos comicios del 26-J, en que de nuevo está previsto que los españoles dejen el gobierno en el aire. Empezamos otra vez, con repetidos costes y reiteradas circunstancias. Las mismas que nos llevan a la sensibilidad y la noción del absurdo, las que mi reciente amigo, el gaditano Nicolás Barroso Olaya, compara en Europa Sur, con el mito griego de Sísifo, el rey de Corinto, que antes de morir le dijo a su esposa que no ofreciese el sacrificio habitual a los muertos. Según se cuenta en la Odisea, Zeus lo envió al infierno.

Allí en el inframundo, como castigo, fue condenado a perder la vista y a empujar perpetuamente una roca gigantesca montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle, desde donde debía recogerla y empujarla nuevamente hasta la cumbre y así repetir una y otra vez el frustrante proceso. En el siglo I a. C., Lucrecio interpretó el mito como los políticos que aspiran a un cargo; la búsqueda del poder como una "cosa vacía" se asemeja a rodar la roca arriba del cerro. La interpretación no puede ser más atinada para nuestro propósito.

De nuevo los infumables personajes, convertidos en estrellas mediáticas, han tomado la televisión -es un decir porque esta plaga maldita no la ha dejado nunca- para ganar el voto político que no consiguen ni por acreditación personal, ni por programa, ni por hechos. Unos nos hablan de modernidad y progreso. Sus palabras son una limitada y aburrida logorrea y me recuerdan a la estupidez totalitaria de la época franquista en que nací y transcurrió gran parte de mi vida. Otros se eternizan en su puesto y es imposible desplazarlos, mientras reiteran hasta la saciedad sus pobres argumentos. Con ello que me evocan de nuevo El mito de Sísifo, según el ensayo filosófico, escrito en 1942 por Albert Camus. Juzguen ustedes si es así. El citado ensayo se abre con la siguiente cita de Píndaro: "No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible". Es la metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre, con la que plantea la filosofía del absurdo, que en el tema que nos ocupa llevaría al suicidio político. Mas eso sí, unos y otros yo creo que llevan a la práctica -me temo que sin que nada sepan de su existencia- el experimento que el psicólogo californiano George Malcolm Stratton (1865-1957), siguiendo los experimentos del físico y médico alemán Hermann von Helmholtz (1821-1894). La idea la puso en práctica hacia 1897, cuando diseñó unas gafas que le permitían invertir la realidad de izquierda a derecha y de arriba a abajo. A través de aquel dispositivo, el mundo aparecía completamente dado la vuelta y las primeras sensaciones eran de desorientación y mareo. Hacia el día 4 del experimento, las imágenes estaban todavía boca abajo, pero el día 5 se dio cuenta de que las veía del derecho, y solo si se concentraba podía volver a verlas como las había percibido los primeros días. Su cerebro se había adaptado a los cambios. Es lo que pretenden, que a fuerza de decirnos tantas veces tantas mentiras hipócritas, acabemos creyéndonos que son verdad. Además recurren a la memoria selectiva y olvidan y recuerdan aquello que les conviene. Lo malo es que olvidar y recordar es función individual y no colectiva, como ellos querrían hacernos entender. Lo que sí está siempre presente y en primer plano de sus conciencias es la demagogia y el populismo como arma embaucadora.

Yo hoy de momento he conseguido, línea a línea o, si prefieren, lamento a lamento, desencebollarme y he recuperado el buen humor. Y acabo no sin antes recordar lo sentenciado por el ensayista croata Igor Mandic (1939): "Érase una vez un país que intentaba ser a la medida del hombre, pero el problema era cada hombre tenía diferentes dimensiones".

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